Bolarquí: casas con encanto que se niegan a desaparecer
Redacción
Hablar de Bolarquí es remitirse de inmediato a una zona de grandes casas que evocan la Bucaramanga del ayer.
Aunque son pocas las que sobreviven a lo que algunos llaman “la rudeza de la modernización”, estas antiguas edificaciones aún guardan en sus paredes los detalles de la historia de la familias que las construyeron y que por varios años las habitaron.
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La revista Gente de Cabecera revivió algunos datos históricos de este sector y de sus primeros habitantes.
Así nació Bolarquí
Dicen algunos historiadores que los predios donde hoy se levanta el barrio Bolarquí perteneció a la que en los años 20 se conocía como la gran hacienda ‘Cabecera del Llano’, que iba desde el Cerro de Pan de Azúcar hasta la carrera 22 y de la calle 34 a la calle 56 aproximadamente.
De acuerdo con el historiador Ramiro Blanco Suárez, en estos terrenos existía hace más de cincuenta años un hermoso bosque de sarrapios, árboles cuya semilla era utilizada por la Colombiana de Tabaco para perfumar los cigarros.
Además era un sitio muy lindo para pasear. Pero desplazarse hasta este bosque implicaba una larga caminata, porque no existía una vía que lo comunicara con el centro de la ciudad.
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Agregan los conocedores del tema que en la década de 1930 el terreno se fue parcelando y de esa manera surgieron así los barrios Sotomayor y Bolarquí.
Aunque se desconoce la fecha exacta de creación de Bolarquí o el origen de su nombre, diferentes personas coinciden en que un arquitecto antioqueño que se había asociado con santandereanos, trajo un plano circular que fue base para la demarcación y construcción de las calles, que aún conservan esa curvatura especial, como la palma de una mano.
De manera que a mediados de los años 40 se conformaría una cooperativa de empresarios y profesionales de la región que permitió a distinguidas familias adquirir allí terrenos y edificar las primeras viviendas que se distinguían por su amplitud, pues tenían alrededor de 1000 metros cuadrados.
De los primeros moradores del barrio se destacan los señores Rafael Olaya, Alejandro Galvis Galvis, Mario Acevedo Díaz, Genaro Rueda, Antonio Vicente Amaya, Humberto Gómez Arenas, Víctor Alarcón, Héctor Forero Blanco y Benigno Jiménez Peñuela.
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Hernando Amaya Mantilla, hijo de Antonio Vicente Amaya, médico ginecólogo y uno de los primeros ‘colonizadores’ de la zona, cuenta que Bolarquí quedó comprendido entonces de la carrera 27 a poco más arriba de la avenida González Valencia entre calles 56 y 50, en una especie de abanico.
Las manzanas estaban conformadas por tan sólo cuatro o cinco casas y en sus alrededores solo se observaban el colegio de La Presentación y Conucos.
Entre los arquitectos, diseñadores y constructores de las primeras viviendas, se encuentran los señores Luis Carlos González Mutis, Ángel M. Pradilla y Antonio Moreno González.
Casas llenas de historia
Importantes familias de la ciudad fueron ocupando los predios. Sus casas, de variado diseño y con características propias del Art Déco, se fueron haciendo a gusto de los compradores, incorporando diversos diseños que se convirtieron en verdaderas obras de arte arquitectónicas.
Como se mencionó anteriormente, una de las características principales de las viviendas del sector es que muchas de ellas eran hasta de mil metros cuadrados, como el caso de la que habitaba la familia Amaya Mantilla, en la carrera 29 con calle 54, que hoy se conserva y en cuyo patio trasero hoy se levanta un edificio de varios pisos.
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Este barrio se llenó de personajes importantes de la ciudad, lo que le hizo merecer el nombre de “El barrio de los Profesionales”, muchos de ellos reconocidos por su aporte al desarrollo de la ciudad y del país.
Tanto así que en la calle 55 A con carrera 29 tuvo su residencia don Jaime Ardila Casamitjana, fundador del diario El Espacio.
Muy cerca vivió don José Ramón Moreno, y en otro predio aledaño compró casa don Carlos Ardila Lülle, donde vivió una de sus hermanas. Hoy esos terrenos están ocupados por la sede de una Clínica Chicamocha, antigua Clínica Metropolitana.
Por los lados de la calle 55A con carrera 28 habitó don Julio Obregón (gobernador de Santander), casa que posteriormente fue habitada por la reina Tulia Inés Gómez Porras.
Se niegan a desaparecer
En cercanías de la carrera 27 con calle 54 se encuentran varias casas con una llamativa arquitectura e historia.
Por un lado está la casa diseñada por Antonio Moreno González en 1960 y que habitó Jorge Enrique Cote Gómez, en cuyo jardín funcionó el Restaurante Di Marco y en lo que es su sala, comedor y demás servicios funcionó una importante empresa.
Hoy en día la edificación se encuentra abandonada.
Una de las más bellas e imponentes mansiones de la zona es la casa del “Millón de pesos” de don Mario Acevedo Díaz. Se dice que eso costó en esa época su construcción, siendo todo un acontecimiento, por el alto valor que esa cifra representaba.
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Diseñada en 1945, con una estructura alta llena de ventanas, grandes salones y un inmenso jardín interior. Conserva en su fachada el escudo de armas de los Acevedo de España.
La última pero no menos importante, la infaltable casa de don Alejandro Galvis Galvis, una de las más emblemáticas y bellas de la zona, que actualmente conserva gran parte de su estructura, pese a ser construida a finales de los 40.
Sus salones, jardines, comedores y amplias habitaciones con balcones la hacen uno de los sitios de referencia del barrio Bolarquí, que hoy es mezcla de añoranzas y un gran desarrollo comercial. En la actualidad junto a otra casa vecina, funciona como una sede de la Foscal.
“Ya sólo queda el recuerdo”
“De esas casas ya sólo queda el recuerdo”, es lo que se escucha decir a los habitantes de dos casas insignias del barrio Bolarquí.
La primera es la vivienda del señor Benigno Jiménez Peñuela, que tenía una ubicación privilegiada sobre la carrera 27 en un exclusivo “triángulo”.
Esta bella casa contaba con unos amplios balcones que servían de tribuna para los desfiles en la carrera 27 como el del general Rojas Pinilla y de Mario Moreno ‘Cantinflas’. Muchos la recuerdan porque allí funcionó la sede de Incubadora Santander.
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Sin embargo, hoy se levanta un gigantesco edificio, tal y como sucedió con la casa de don Nepomuceno Cartagena, que se ubicaba prácticamente en diagonal, atravesando la 27.
Fue terminada en 1957 por Ángel M. Pradilla, el mismo que construyó el teatro Unión. Quienes conocieron la casa por dentro dicen que parece un club social, con piscina incluida, grandes salas y enormes comedores, una de cuyas mesas fue heredada por la Unab, según cuenta Tiberio Gómez.