Salude, no le cuesta
Nancy Rodríguez Guevara
Editora Gente de Cabecera
No sé si serán los años, o definitivamente los coscorrones que me gané por ‘montuna’ -como me decía mi santa madre-, pero no soporto que me dejen con el saludo en la mano o en la boca.
Aunque definitivamente yo si puedo argumentar que fui montuna -vine directamente del campo a la escuelita-, eso no me generó ninguna seguridad y mucho menos fui muy dada a socializar. Sin embargo, a punta de educación, uno que otro pellizco furtivo y unos cuantos coscorrones, aprendí a llevar la cabeza en alto y mirar para dar la cara y saludar.
Hoy soy medio ciega, las gafas no me dan, y por eso presento excusas anticipadas si a veces parezco petulante y no saludo. La verdad no los veo. Lo siento.
Pero aparte de eso, hoy si quiero escribir sobre esa fea manía de no saludar.
No sé qué será, pero me incomoda sobremanera que los muchachos actuales no sean capaces de levantar la cara de su celular para decir ‘buenos días’, ‘gracias’ o ‘por favor’. Eso no les quita un pelo de inteligentes, si es el temor.
Por muy millennials, centennials o como se quieran llamar, la educación empieza por casa y es ahí en donde papá y mamá dan ejemplo.
No se ustedes, pero a mi si se me daña el rato cuando saludo y no responden, no tanto como para dejar de comer o perder el sueño, pero si me genera molestia.
¿Cuestión de educación, cuestión de casa, o qué será?
Hay que enseñarles a nuestros niños y uno que otro adulto, que somos seres que vivimos en sociedad y por tal razón existen normas mínimas de educación y convivencia.
¿Será que falta uno que otro pellizco y coscorrón? Que sepa, no quedé traumatizada. Algo aprendí.