El valor de la palabra
Nancy Rodríguez Guevara
Editora Gente de Cabecera
Mi padre fue un hombre de campo, un campesino.
Él trabajó toda su vida labrando la tierra; así lo conocí, lo viví, lo disfruté y lo amé hasta su último día. Aún hoy amo y extraño sus recuerdos, sus enseñanzas.
Una de las frases que mi padre predicaba, como cualquier hombre de campo, de los de antes, era: “No importa sino firmó un papel, si lo dijo lo cumple. La palabra vale y mucho”.
También me decía: “Si le prestan un carro, devuélvalo con el tanque lleno”, luego entendí porqué?
Y es cierto, el valor de la palabra es infinito.
En los tiempos actuales la palabra ha ido quedando rezagada, no tiene ningún fundamento, no tiene ningún significado y mucho menos tiene valor.
La gente habla, dice, predica miles de cosas que nunca va a cumplir. Muchos ofrecen favores, cargos, obsequios a cambio de algo que les interesa, y al final no responden, no cumplen con nada.
Pero y en este caso, quién es culpable: el que predice y no cumple? o el que cree en la palabra de ese ‘fulano’ y entrega lo poco que tiene a su haber a la espera de algo mejor?
El primero es un vivo y un tramposo, el segundo un ingenuo.
La palabra tiene valor, la palabra debe generar la confianza necesaria para que quienes la escuchan, sepan que ese alguien vale por lo que dice.
Recibir lo que ofrecen y después no cumplir con lo pactado, no lo hace a usted mejor. Hay que ser consecuentes entre lo que se dice y lo que se practica.
Por eso señores, a darle el valor real a lo que escuchan y lo que dicen, a cumplir con lo que prometen y a reconocer que la palabra vale.