No más abusos
Nancy Rodríguez Guevara
Editora Gente de Cabecera
En días pasados encontré a una jovencita de 16 años llorando a más no poder, tras arribar a su club donde practica su deporte favorito.
Se sentía humillada, asustada, indefensa. En Metrolínea, que iba lleno de usuarios como es costumbre, un hombre la acosó.
Ella pensó que era el roce normal de un bus atiborrado de gente, hasta notar que el ‘depravado’ estaba excitado con su acción.
No supo qué hacer, solo se bajó rápido y corrió con la rapidez que sus piernas temblorosas le dieron, hasta llegar a su destino. Fueron cuadras eternas.
Lloró, se culpó por no darse cuenta de que un ‘degenerado’ estaba abusando de ella, de su timidez, de su inocencia. Se culpó por no saber reaccionar y permitir que un ‘pervertido’ lograra su cometido de asustarla e intimidarla tanto, que ella no fuera capaz de ponerlo en evidencia.
Y no, definitivamente la niña, la adolescente, esa que puede ser nuestra hija, nuestra hermana, nuestra sobrina, no es culpable de nada.
Culpable es ese hombre que no fue preparado y educado para convivir con humanos, para respetar.
¿Qué hacer en estos casos?
A diario vemos, oímos y leemos hechos de violencia contra menores. A diario debemos hablar con ellos para que aprendan a denunciar, a no quedarse callados, a buscar ayuda.
Gritar por ayuda, evidenciar que existe en el lugar una persona que vulnera sus derechos, y no permitir que pase inadvertido su actuar, es el primer paso. Las autoridades deben responder con urgencia a estos llamados, mayor vigilancia en sitios públicos y servicios masivos, hacen parte de la atención que tanto claman nuestros infantes.