Que la indolencia no lo domine
Nancy Rodríguez Guevera
Editora Gente de Cabecera
A diario se ven escenas conmovedoras en cada esquina, en cada cuadra, en cada rincón en donde bien se pueda tender un cartón que sirva de refugio por un instante.
Son escenas que entristecen cualquier corazón que aún conserve intacta su capacidad de sentir.
También a diario se ven familias enteras, niños, mujeres en embarazo, acudir a la solidaridad de las personas en busca de un moneda, un pedazo de alimento y en ocasiones un momento de compañía.
No es fácil ignorar esas situaciones dolorosas, esos seres humanos que suplican ayuda, y sin embargo hay quienes acuden al insulto, a la grosería, al maltrato, como una manera de sacar sus rabias y malestares personales.
La indolencia, esa incapacidad de conmoverse o sentirse afectado por algo, en este caso por el dolor de los demás, se ha convertido en una actitud familiar, cotidiana, para muchas personas.
Son cientos los venezolanos que acuden a la generosidad de aquellos que consiguen a su paso.
No falta el resentido que no contento con el dolor que reflejan sus rostros, expele palabras de odio, arremete contra sus raíces y amenaza con agresiones por su procedencia.
Esta indolencia es la que día a día genera distintas manifestaciones de violencia.
Esta indolencia, que no conmueve corazones, es la que hace que nos alejemos de la cordura y nos dejemos arrastrar por la ira, la impaciencia, la rabia y la desesperanza.
Ayudar a quien lo necesita, en el momento oportuno, da satisfacciones al alma y levanta el espíritu de aquellos que suplican ayuda.
No permita que la indolencia forme parte de su vida, de su cotidianidad.
Siembre lo que algún día quiere recoger.