Oscuridad que intimida
Nancy Rodríguez Guevera
Editora Gente de Cabecera
Muchas son las razones por las que la ciudadanía no se siente segura en Bucaramanga y su Área.
El incremento de atracos y raponazos, las ventas ambulantes, el consumo y la venta descarada de alucinógenos en las calles, los parques y ya en cualquier rincón; la falta de tala que permite que la delincuencia se esconda y haga de las suyas y ahora la oscuridad reinante en parques, puentes, vías, senderos peatonales y demás.
Pero eso sí, con luz y sin luz, todos debemos pagar alumbrado público cada mes.
¿Quién no teme subir a un puente peatonal a oscuras, sin saber quién lo espera en una de sus prolongadas curvas?
¿A quién no le da miedo caminar a lo largo de una vía que adolece de servicio de alumbrado público y además posee extensos y frondosos matorrales?
¿A quién favorece un ambiente oscuro y lleno de matas que piden poda a gritos?
La comunidad ya está cansada de ver cómo sus solicitudes son ignoradas y cómo día a día Bucaramanga y sus poblaciones vecinas se están convirtiendo en extensas zonas oscuras donde germina la delincuencia y la inseguridad.
Se quejan, pero nadie da solución a sus peticiones: que la Alcaldía, que la Electrificadora, que ‘pitos y flautas’.
Mientras tanto, la oscuridad sigue reinando en muchos sectores y con ella el miedo de los ciudadanos a transitar libremente.
El alumbrado público es el servicio no domiciliario que se presta para la iluminación de los bienes de uso público y demás espacios de libre circulación con tránsito vehicular o peatonal, dentro del perímetro urbano y rural de un municipio o distrito. Ese es el ideal, que Bucaramanga y su área estén iluminadas y que la ciudadanía se sienta segura, sin embargo no es así.