La pérdida del espacio
Nancy Rodríguez Guevara
Editora Gente de Cabecera
Cada día es más difícil transitar por las calles de Bucaramanga y su área metropolitana.
Los andenes invadidos por ventas ambulantes, los espacios peatonales llenos de mercado u otros productos que se exhiben cual vitrina, las esquinas atiborradas de bailarines, malabaristas, “limpiavidrio”s y demás, las calles llenas de vehículos mal parqueados.
Si bien es cierto que existe un derecho al trabajo, también es cierto que existe otro derecho a la movilidad, a la seguridad y a la tranquilidad.
Derechos que deben garantizar el Estado y en este caso las diferentes administraciones municipales, que poco o nada hacen para restablecer estos espacios perdidos.
Los ciudadanos de a pie se han ido acostumbrando a ceder sus derechos por temor a las represalias, a las no respuestas y a la indiferencia de quienes los deben representar.
La misma autoridad se ha visto amilanada por infractores, quienes no conformes con burlar la norma, también agreden a quien ose enfrentarlos.
En lo que va corrido de 2018, 35 alféreces han sido atacados por violentos, quienes no aceptaron que estaban cometiendo infracciones y decidieron intentar esquivar la autoridad arrasando con sus vehículos, en varios casos, a los desprevenidos uniformados.
Una reacción violenta que el transeúnte no está dispuesto a vivir de manos del invasor del espacio, ese que lo obliga a lanzarse a la calle, a los vehículos, para evitar pisar sus productos, el mismo que no le permite usar las cebras porque están llenas de objetos de todos los olores y sabores.
¿Entonces, cómo soñar con unas ciudades con estética, cuando el orden no se vislumbra por ninguna de sus esquinas?