Ese molesto ruido
Paola Bernal León / Editora Gente de Cabecera
Todos, quizá, hemos sido víctima de los ruidos que acaban con la tranquilidad en nuestros hogares. El sonido de la ciudad es estridente.
Es inconcebible que sigamos una y otra vez viéndonos afectados por las motos de alto cilindraje que irrumpen en nuestra paz y acaban con nuestro descanso físico y mental. Pareciera que algunos grupos de motociclistas se pasan cualquier norma, y no les basta el exceso de velocidad que los lleva a ser parte de la alta cifra de accidentalidad. Su falta de respeto prima sobre todo en horas de la noche con piques ilegales y caravanas. También están los carros que fueron adaptados con altoparlantes, los buses sin técnico-mecánica y las bocinas que evidencian el caos vial a horas pico.
A esto se suman las quejas de nuestros lectores, quienes han escrito a nuestra Redacción pidiendo de manera respetuosa a los movimientos religiosos y a los organizadores de eventos públicos, incluso a la misma Administración Municipal que se encarga de actividades como las ciclovías, que por favor respeten el nivel de decibeles permitidos, esto con el fin de que no se vea alterado su descanso los fines de semana.
Yo los invito a preguntarse: ¿alguna vez ha tenido un fuerte dolor de cabeza, a punto de no resistir ningún tipo de sonido? ¿Ha tratado de dormir el bebé, pero el ruido de la ciudad es tan alto que no concibe el sueño? ¿Tiene en su casa adultos mayores? ¿Se ha desvelado por el molesto ruido de la fiesta de su vecino? Ponernos siempre en el lugar del otro resultará una buena técnica de empatía para empezar a regularnos. Nadie irrespeta sus creencias, sus gustos musicales, su pasión por las motos, pero recuerde que la ciudad es de todos.