Perros potencialmente peligrosos: a esterilizarlos
Orlando Beltrán Quesada / Secretario JAC Cabecera del Llano
Los ataques de los llamados legalmente “perros potencialmente peligrosos” (ppp) se están volviendo pan de cada día en Colombia.
Desde su introducción a comienzos de los 80 empezó a verse el mal camino que tomarían muchos de ellos en manos de criminales tenedores de razas como Pitbull o Staffordshire Terrier.
Gatilleros de la mafia antioqueña fueron precursores de peleas clandestinas en el barrio La Primavera de Medellín, según narraba en 1989 Aníbal Vallejo, entonces director de la Fundación San Francisco de Asís en esa ciudad.
Y esa agresividad les es propia en su genealogía, lo que nadie puede desconocer, así los tilden ahora como “perros potencialmente amorosos” muchos de los que saben de su noble carácter.
Todos los ppp son absolutamente inocentes de su potencialmente agresiva conducta, y no puede seguirse pensando que de la noche a la mañana, la mayoría irresponsable de sus tenedores va a reformar su falta de civismo y cultura.
Muchos jóvenes salen con ellos por las calles sin importarles el temor que causa su presencia. Al contrario, se jactan de llevar prácticamente un arma acompañándolos, convirtiéndolos en un factor de poder social, de amedrentamiento, como proyección de su propia personalidad.
Sí. La sola presencia de estos perros inspira miedo. En septiembre de 1999, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia revocó una sentencia del 29 de julio del Tribunal Superior de Santafé de Bogotá, y protegió los derechos fundamentales a la vida y la integridad física de varias familias que habían interpuesto una tutela en razón al miedo, simplemente al miedo, que les inspiraba la presencia en el edificio donde todos vivían, de 2 perros Pitbull, a cuya propietaria la Corte le concedió un plazo de 48 horas para sacarlos del inmueble.
Agresiones ha habido y sigue habiendo por todos lados, como consta a la Asociación Defensora de los Animales y la Naturaleza, Adan, que en octubre de 2003 lanzó una desoída propuesta que ahora puede servir para que nuestros gobiernos locales empiecen a tomar las medidas de fondo, buscando minimizar en el futuro las muertes y heridas a perros o animales de otras especies, y a personas de todas las edades.
La propuesta consiste en campañas masivas y exitosas de educación comunitaria, y en el establecimiento de mecanismos de control poblacional para complementar lo dispuesto en el nuevo Código de Policía.
En la práctica, quien quiera mantener un ppp de las 14 razas determinadas en la norma, deberá esterilizarlo, sin ningún costo, a través de veterinarios de pulcritud ética reconocida, con la veeduría de entidades defensoras de los animales también de comprobado reconocimiento moral.
Si este ciudadano no se somete a esterilizar a su perra y/o castrar su perro macho, deberá entonces pagar un alto impuesto anual de vientre, atado a la tasa de que habla el artículo 133 de la nueva ley 1801/16.
No se trata de satanizar estas razas. Hay bellos ejemplos de convivencia familiar con Pitbull, Bull Terrier, Rottweiler y otros.
Como amantes de los animales y ciudadanos responsables, debemos reconocer que el problema pasó de castaño a oscuro, y que estos nobles perros no pueden seguir estando en manos de cualquier persona, con los graves riesgos que encierra y el daño que se les ha hecho a ellos mismos, debiendo protegerse a futuro, precisamente evitando su proliferación y el desorden social que ocasionan muchos malos propietarios.