Mucha tela por cortar
Paola Bernal León / Editora Gente de Cabecera
El camino es largo si se pretende hablar de una revolución para el peatón. Sí, existe una política mundial que invita a las urbes a restringir vehículos particulares en zonas centrales pero tal y como se ha visto en países desarrollados, este cambio se hace de manera gradual acompañado de fuertes campañas de conciencia cívica y un trabajo que le garantice al ciudadano seguridad y calidad en materia de transporte.
No solo se trata de recuperar los andenes, sino de acabar con la ilegalidad, demostrarle al ciudadano que sus impuestos se invierten en seguridad, en embellecimiento del centro histórico, en programas culturales articulados con la peatonalización de vías; es trabajar de la mano con el comercio para reactivar plazas con cafés y restaurantes que inviten al peatón a visitar la zona comercial sin afectar sus ventas.
No solo se necesita consciencia sobre la importancia de caminar y aportarle al medioambiente, que por supuesto es fundamental; pero se requiere una política pública que garantice el orden en la ciudad. Eso es evidente, si se trata de evaluar los lunares negros que todos conocemos sobre las vías.
Se deberá ajustar los impuestos, regular el precio de los parqueaderos, brindar calidad en los servicios de transporte masivos y no optar por decisiones que a simple vista parecieron intransigentes y en contra de otro tipo de derechos ciudadanos.
Las autoridades locales y de tránsito deben entender que se requieren cambios paulatinos, sin saltarse los procesos que exige el ciudadano de bien. No es solo invitar a caminar un kilómetro por la zona céntrica sino integrar todo un proceso que lleve con el tiempo a alcanzar la peatonalización.
Será interesante continuar el debate, eso sí, siempre desde el diálogo, pues rechazamos rotundamente todo acto violento.