Silencio, por favor
Paola Bernal León / Editora Gente de Cabecera
Las bocinas de los carros en el embotellamiento, motores de buses y camiones, vehículos sin revisión, motos haciendo piques en horas de la noche sobre la carrera 27, el conductor que obliga a que los demás escuchen la música estruendosa que lleva en su carro.
Nuestros oídos se sintieron agradecidos durante la pasada jornada del Día sin Carro. Y por ende, nuestra salud; la contaminación auditiva disminuyó y la mente descansó por un día de tanto ruido.
Pero existen otros casos que hacen parte de nuestro diario vivir, más allá de los automotores, que siguen siendo caóticos para la salud física y mental. El taladro, la maquinaria de la constructora en horarios extendidos, el volumen excesivo del televisor más el radio, la fiesta que se prolonga fuera del horario permitido, el establecimiento nocturno que no cumple con las condiciones acústicas de su negocio.
Y es que tal y como lo ha dicho la OMS, las enfermedades ligadas a este tipo de contaminación auditiva empiezan por el insomnio. Además se dice que el ruido a más de 80 decibeles puede despertar una actitud agresiva y no cooperativa.
Tengamos estos números como referencia: Tan solo 30 decibeles (dB) afecta el sueño en las noches. Y ese es el nivel que se da en una biblioteca. A su vez, 74dB es el ruido que puede generar un camión de basura. Y se requiere menos de 35 dB en el exterior para poder hablar sin gritar en casa, incluso un ruido exterior que no supere los 55 dB para hablar en una terraza o balcón.
Por eso es tan importante que las políticas de gobierno alrededor del tema del ruido sean efectivas y no se queden solo en el papel. Mientras tanto, no desesperemos nosotros en un semáforo.