Un pecado capital para la ciudad
Paola Bernal León/ Editora Gente de Cabecera
Muy bien se dice que la pereza es uno de los siete pecados capitales, y qué daño le hace a la ciudad. Solo es necesario observar con detenimiento el comportamiento de algunos ciudadanos para evidenciarlo: Pereza del conductor para encender la luz que indica que cruzará a la derecha, a la izquierda, o parqueará; pereza de la persona que hace mercado en las grandes superficies para llevar el carrito de las compras hasta el punto de acopio y no dejarlo en el estacionamiento obstaculizando otro puesto para parquear. Pereza para llevar una bolsa, flexionar las rodillas y recoger las heces de las mascotas. Esa misma pereza que le da a quien no recicla en casa y arroja todo a la misma bolsa.
Pereza para apagar la luz, para cerrar la llave del agua, para llevar el papel a la cesta de la basura pues resulta más fácil arrojarlo por la ventanilla del carro. Pereza para seleccionar las tapitas plásticas que muy bien podría donar a las fundaciones que trabajan por los niños con cáncer; o esa pereza que le impide a muchos caminar desde el parqueadero hacia el sitio de su diligencia o quienes le piden al taxista que les deje en todo el frente de su casa, así hagan trancón.
Esa misma pereza que les da a muchos a la hora de asistir a las reuniones en la unidad residencial; y sin ir tan lejos la misma pereza que les da a otros ir a las urnas cuando de elegir gobernantes se trata. Esa pereza física trasciende y se convierte en pereza mental colectiva; muchos no quieren pensar.
Ya va siendo hora de dejar a un lado este pecado capital para aprender a convivir, para cuidar el medio ambiente, para buscar puntos de vista intermedios, para ser parte activa del porvenir de una verdadera Ciudad Bonita.