Sentipensantes
Paloma Bahamón – Sociólga y docente Unab
En El libro de los abrazos el escritor uruguayo Eduardo Galeano (1940-2015) afirma que los pescadores de la costa colombiana han de ser sabios doctores de ética y moral pues inventaron la palabra sentipensante para definir el lenguaje que dice la verdad. También expresa que instituciones socializadoras como la escuela o la iglesia nos descuartizan la educación, pues nos enseñan a divorciar el alma del cuerpo y la razón del corazón.
A la reflexión de Galeano (Q.E.P.D) agregaría que cuando la conciencia prescinde tanto del cerebro como de los sentimientos recurre a las vísceras, ya ni siquiera para tomar decisiones sino para reaccionar impulsivamente y alojar rencores inútiles.
Es una paradoja que el refrán popular hacer de tripas corazón se aplique para referirse a la capacidad de resiliencia cuando literalmente implica un emocionar y actuar instintivo, lo que en parte, es la raíz de esta construcción social violenta llamada Colombia, a decir de la antropóloga María Victoria Uribe.
Considerando su efecto apenas en la vida cotidiana, y no en el conflicto armado que aún atravesamos, ese visceralismo nos hace creer que perdonar es un gesto de debilidad ante el otro y no la posibilidad de salud mental para nosotros mismos.
De igual modo, es un pésimo regente de nuestra manera de afrontar los impases del día a día pues nos lleva a sobredimensionar la molestia de la que somos objeto: si nos ofenden, ofendemos el doble. Mejor dicho, el imperio de la venganza y sus consecuencias irreversibles.
¡Dejemos tanto hígado a la hora de conducirnos! Quizás el simple acto de respirar profundo y despacio por unos cuantos minutos nos permita conectar raciocinio y emociones y ese sentipensamiento sea nuestro aliado a la hora de convivir en medio de una sociedad que necesita con urgencia un sentido profundo de la armonía.