Ni etiquetas ni máscaras
Paola Bernal / Editora Gente de Cabecera
Me asombra ver cómo los europeos sienten su país. Tal como ocurrió en París con los atentados del Charlie Hebdo hace más de un año, o con los más recientes que perpetuaron Bélgica. Es de resaltar los simbolismos de hermandad que utilizan sus países vecinos, como lo hizo la capital francesa con la Torre Eiffel que se vistió de negro, amarillo y rojo para acompañar el dolor de Bélgica. Todos, protestando contra los ataques, producto de tantas etiquetas que se le ponen al mundo.
Muy bien lo demostró el Papa Francisco la pasada Semana Santa mientras lavaba los pies de refugiados y musulmanes, con su discurso sobre la fraternidad; todos somos iguales sin importar religiones o fronteras. Las etiquetas solo generan divisiones, esas que también aparecen cuando dejamos a un lado la razón, para hablar sin argumentos, sin posturas coherentes, guiados solo por un rótulo que ahora llamamos “Santistas” o “Uribistas”.
Conocer, preguntar, informarse, argumentar y también, como dice un sabio proverbio, dejar hacer, puede ser un buen camino para sembrar posturas racionales, no importa si iguales, pero siempre, respetadas desde la diferencia. Pensemos para no dejarnos llevar por apasionamientos, esos que a través de la historia solo han sido detonantes de guerras y muertes.
Y me uno a la campaña de Natalia Ponce con su hashtag #Nomásmáscaras. Colombia ocupa el primer lugar en el mundo por ataques con ácido. De las 134 investigaciones judiciales encontradas, solo 5 casos han llegado a una condena contra los victimarios. Invito a que nos quitemos también la máscara de la indiferencia. No podemos seguir devorándonos unos a otros.