Criticar, cualquiera critica
Santiago Gómez – Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes de la Unab.
El gobierno de Hernández denunciará el 23 de febrero, ante los entes de control correspondientes, las irregularidades que sus secretarios encontraron en la contratación realizada por el gobierno de Lucho Bohórquez. De ser así, por primera vez y más allá de lo discursivo, el nuevo alcalde evidencia con hechos una distancia sustancial frente a la manera como se venía haciendo política en esta ciudad.
Denunciar en un país como este requiere valentía, porque es que criticar, cualquiera critica. Irse lanza en ristre contra un antecesor es un acto valeroso que sorprende por lo poco común en un país en que todos se tapan entre todos. Esta es la comarca del yo robo, él roba, nosotros robamos, pero todos callamos.
Denunciar y destapar ollas podridas no solo requiere valentía, sino también no tener ‘rabo de paja’. Solo las conciencias tranquilas se atreven a levantar la voz contra la corrupción rampante. Solo aquellos que actúan de buena fe teniendo claros los límites entre lo legal y lo ilegal, pueden darse el lujo de combatir a quienes reptan confiados sobre los dineros públicos –o privados- mal habidos.
Los culpables del desgreño financiero en que quedó la ciudad deberán, no solo dar explicaciones públicas sobre la forma en que despilfarraron recursos en contratos no ajustados a derecho, sino también asumir penalmente, si fuera el caso y la justicia así lo decide, las consecuencias de sus actos.
Bucaramanga merecía un alcalde que asumiera auténtica y decididamente el altísimo costo político que en un país de mangualas significa denunciar a un par, a un colega. Si lo que conozcamos merece efectivamente sanciones, a partir de decisiones tomadas por los entes de control y, dado el caso, los jueces de la República, la ciudad dará un ejemplo de transparencia, compromiso y decisión política que luego deberá honrar esta administración en su accionar futuro. No imagino un escenario mejor para la Bucaramanga que se viene. Un ejemplo para las castas políticas tradicionales que usurparon lo público a la gente, una lección moral, al menos, para aquellos que perdieron la cordura y el juicio cuando, obnubilados por la riqueza y el poder, traicionaron los pilares de la democracia a costa de las normas éticas más elementales.