¿Cómo criar en el amor y en el respeto?
Si usted es padre de familia seguro se habrá preguntado más de una vez cuál es la fórmula para educar a su hijo sin perder autoridad, sin caer en la violencia, siempre desde el amor y el respeto.
Quizá sienta que está haciendo muy bien su trabajo, pero ante una pataleta de su hijo, surge una gran pregunta: ¿cómo manejo su rabieta?
Para saber cuál es la forma de comunicación activa que le facilitará motivar a su hijo a que coopere con usted está la profesional Berna Iskandar, la autora de Conoce Mi Mundo.
Esta periodista, madre, blogger, conferencista, divulgadora de temas de crianza alternativa, paternidad, maternidad y derechos de infancia y adolescencia estará en Bucaramanga los próximos 19 y 20 de febrero, hablando sobre este fascinante tema.
Gente habló con ella sobre las rabietas y sobre cómo establecer límites.
¿Cómo abordar las rabietas?
Lo importante es comprender porqué se manifiestan las rabietas y atender la causa que las provoca.
Las rabietas son manifestaciones propias y saludables de la edad (dos a cinco años) por razones psicoevolutivas. El niño pequeño se encuentra bajo dominio del cerebro medio (emocional o límbico).
El cerebro superior (racional o neocortex) está en formación. Por tanto durante la primera infancia son básicamente emocionales. No han madurado recursos racionales para expresar/gestionar las emociones como lo haría un niño mayor (siete años en adelante) o un adulto. Durante una rabieta el cerebro emocional toma control y la criatura, aunque quiera, no puede parar.
Se produce lo que los neurocientíficos llaman secuestro amigdalino o amigdalar. Por tanto la expresión del niño es pura, intensa y genuina, y no manipulación como se ha hecho creer desde el criterio adultocentrista.
Las rabietas quedan atrás por sí solas en la medida en que el niño madura. Difícilmente veremos a un niño de ocho o de diez años tirarse al piso en medio de un pasillo del supermercado, secuestrado por la amígdala cerebral.
En esta etapa, si no hemos provocado interferencias durante la primera infancia, ya pueden manifestar disconformidad mediante recursos propios de su edad (argumentar, insistir, negociar, entre otros).
Las rabietas se pueden evitar atendiendo oportunamente las señales sutiles de las necesidades físicas y afectivas de los niños (hambre, cansancio, sueño, necesidad de brazos, cuerpo materno, mirada, consuelo. Pueden prevenirse evitando la reprensión innecesaria o excesiva que provoca sobrecarga de impotencia en los niños.
Las rabietas también pueden evitarse si nos anticipamos (pasamos por la acera de enfrente de la juguetería cuando vamos apurados para evitar que el niño la vea y quiera quedarse).
Una vez que se producen las rabietas, la forma respetuosa de abordarlas es acompañar, (sin ignorar ni castigar) empatizar con el niño, validar sus emociones (entiendo que te sientas mal por…), mantenernos siempre disponibles, abrazar si el niño lo permite, impedir que el niño se haga daño o dañe a los demás.
El niño no es manipulador
La pregunta que deberíamos hacernos los adultos es: ¿el niño es manipulador o somos nosotros los que sistemáticamente desoímos sus pedidos genuinos de atención y vínculo para degradarlos rápidamente a la condición de capricho y mala crianza?
El niño pide mirada, presencia amorosa, juego, brazos, atención de sus padres; los padres se encuentran ocupados o agobiados en medio de sus asuntos, le entregan una tablet al niño para que los deje tranquilos.
El niño mira la tablet o la pantalla de videojuegos o la televisión porque nadie lo ve a él. Termina por desarrollar la dependencia a estos artilugios del desapego. Luego los adultos se los queremos quitar concluyendo con la idea falsa de que el niño es un caprichoso.
…Las rabietas son manifestaciones propias y saludables de la edad (dos a cinco años) por razones psicoevolutivas
¿Cómo establezco límites sanos?
Debemos comenzar por reflexionar y cuestionarnos el modo en que lo hemos hecho siempre.
Preguntas como: ¿cuándo los límites (antes o después de la adquisición del lenguaje)?, ¿para qué los límites (para mi comodidad de adulto, porque lo digo yo y punto, o para ayudar a mi hijo a desarrollar capacidades para relacionarse sanamente en su entorno? La mayoría de los terrícolas procedemos de crianzas basadas en la obediencia y el adiestramiento, donde la palabra límites se asocia al “No”, la represión, la inhibición, los premios, recompensas, el castigo.
A la hora de educar aún con el propósito de hacerlo de modos distintos, nos encontramos sin otros referentes con lo cual se nos plantea el gran desafío: si no pego, ni uso premios ni castigos, ¿cómo pongo límites?
La crianza respetuosa propone que el niño se convierta en guardián de sí mismo, que despliegue la capacidad de autorregularse, que desarrolle el propio deseo de cooperar y su capacidad de comprender los límites razonables e inherentes de la convivencia.
Que construya desde adentro y oriente su vida a partir de la ética y de los valores que conscientemente incorpora a su bagaje emocional.