Bucaramanga simbólica
Por Santiago Gómez Mejía – Decano de la facultad de Comunicación Social y Artes Audiovisuales
El catalán Miquel de Moragas dijo esta semana en el XV Encuentro Latinoamericano de Facultades de Comunicación Social en Medellín que “las ciudades son una mercancía simbólica”: ecosistemas sociológicos vivos que comunican a través de símbolos su historia, su presente y dan pistas sobre lo que podrá ser su futuro y el de sus ciudadanos.
Por eso es importante, por ejemplo, a partir de los estudios de Armando Silva, estudiar cómo y qué comunica Bucaramanga simbólicamente a sus ciudadanos y visitantes. El urbanismo impacta las dinámicas de comunicación entre los habitantes, por ejemplo urbes con pocos monumentos son receptáculos vacíos de memoria. Por eso la defensa del espacio público es la defensa del pasado urbano.
¿Qué comunica entonces nuestra ciudad? El estado de sus parques, andenes, calles y del inmobiliario público habla de quienes en ella convivimos, de la calidad de líderes que elegimos, así como también reflejan el ADN de nuestra cultura ciudadana. Un tráfico desbordado es síntoma de poca planeación y fallas serias en el sistema de valores culturales que regulan la convivencia entre peatones, los espacios de que disponen y el parque automotor. La prestación de servicios públicos de manera deficiente hace evidente no solo las fallas en el proceso de construcción y ejecución de políticas sociales, sino también falta de liderazgo ciudadano que puede ser un síntoma preocupante de poco sentido de pertenencia con lo urbano.
Bucaramanga no es más ni menos que el reflejo de nuestras actuaciones y actitudes privadas: individuos agresivos, desentendidos y despreocupados por la otredad, egoístas y con déficits sustanciales en términos educativos, solo le aportan a la ciudad, a través de sus comportamientos públicos, desorden y un grosero descuido por lo que debe ser compartido y apropiado colectivamente.
Los ciudadanos somos el corazón de los grupos sociales agrupados geográficamente en espacios urbanos. Somos nosotros los que hacemos o deshacemos ciudad, y muy pocas veces asumimos la responsabilidad que ello implica.