La peligrosa indiferencia
Paola Bernal, editora Gente de Cabecera ([email protected])
Cuánto nos cuesta seguir órdenes. Está el agente en el banco dando información valiosa para frenar el fleteo, y al frente de él, más de un usuario con su celular en mano revisando las redes.
Otro acto de indiferencia tiene que ver con querer llegar siempre primero. En un trancón resulta para muchos toda una ofensa que otro vehículo quiera pasarse de “vivo” y colarse. En el caso de los embotellamientos, qué bien resultaría que contrario a afanarnos asumiéramos la opción más fácil a favor de todos: que pase un carro de la derecha y otro de la izquierda, y así sucesivamente, para que las dos filas evacúen de manera alterna.
Nos es indiferente el otro; solo falta mirar las relaciones entre vecinos, un caso más de “solo importo yo”. ¿Sabe el nombre de su vecino? Antes era muy normal esa relación que aún cuenta la abuela: “Todas las recetas que preparábamos eran compartidas entre vecinas, se trataba de compartir”.
Por eso traigo a colación un proyecto que se ejecutó en Italia, cuyo éxito llevó a expandirlo por más de 20 ciudades de 9 países. Solo bastó un grupo en redes sociales que convocara a los residentes de un sector específico. Punto seguido, poner los temas en común, no en desacuerdo. Que se conocieran.
Que interactuaran. Hasta grupos musicales, bazares y actividades culturales terminaron uniéndolos para resolver las pequeñas diferencias. La idea, generar identidad entre los vecinos, recuperar las buenas relaciones. Cuando usted se siente identificado con alguien, seguro lo piensa dos veces antes de generarle un irrespeto a la sana convivencia. Eso es crear comunidad. La indiferencia nunca será la alternativa. Solo dejará resultados desastrosos.