¡…Es el negocio, socio!
Por Paloma Bahamón – Socióloga y docente Unab
Para el 55% de la población colombiana que sobrevive con un salario mínimo, llegar a tiempo al trabajo es la garantía de no pasar a engrosar el 68% que hace parte de la economía informal. La solución para una movilidad eficaz y económica consiste en comprarse una moto de cuatro millones de pesos, pagaderos hasta en 50 cuotas de 150 mil pesos cada una. Por eso, una campaña publicitaria de motocicletas usa la expresión de dominio público que titula esta columna.
Imaginémonos entonces el drama para cualquier devengante del mínimo en el momento en que llega al lugar donde dejó su vehículo y no está. Así le ocurrió a Diana*, quien labora en una agencia ubicada entre Cabecera y Terrazas y quien como muchos estacionaba su ciclomotor al frente de su lugar de trabajo (hay que ver los costos diarios de parqueo). Hace unos días se quedó en la oficina hasta tarde, hubo un apagón y en un santiamén se la hurtaron.
A ella, lo primero que la Sijín le recomendó fue que no pusiera denuncio y esperara que los ladrones la contactaran o ella misma lo hiciera. Así recurrió a un conocido que tenía algunos nexos con el hampa y este a otro hasta que Diana* terminó en el barrio Girardot entregándole a un enlace 650 mil pesos y al otro día, un joven le devolvió su vehículo cerca del monumento al Caballo de Bolívar.
El joven le comentó con desparpajo que el secuestro de motocicletas era el negocio del momento, pues en un día podían apropiarse hasta de ocho obteniendo por cada una ganancias cercanas al 40% de su costo de venta y si nadie reclamaba después de cinco días vendían las autopartes en un ‘deshuesadero’.
Esta modalidad criminal funciona porque los ladrones saben que la mayoría de dueños de motos apenas ganan el mínimo y para ellos es más rentable pagar el secuestro que comprar otra y porque la recuperación por vía legal apenas se logra en el 20% de los casos. “Las víctimas terminamos obligadas a hacer parte de la cadena criminal”, señala Diana*.
Y peor: según RCN y Caracol, en ciudades como Bogotá o Ibagué algunos miembros de la Policía no sólo han sugerido al afectado que contacte al delincuente sino que les dan instrucciones precisas para ubicarlo… saquen ustedes las tristes conclusiones.
*Nombre ficticio.