La lucha de clases
Paloma Bahamón – Socióloga y docente Unab
Llegué a la enseñanza por accidente. En mi primer día me temblaba tanto la mano al escribir en el tablero que un estudiante, entre burlón y compasivo, se ofreció a hacerlo por mí. Tenía 23 años y todos mis pupilos eran mayores que yo. Las clases eran un ‘escampadero’ mientras obtenía ese trabajo etnográfico por el Amazonas.
Ocurre que llevo 19 años escampando, mis discípulos podrían ser mis hijos y esta labor me genera más adrenalina que cualquier travesía por aguas caudalosas. Mis emociones cotidianas están sujetas a mi trabajo: si el vago irredimible me sorprende con una exposición impecable llego a mi casa con el corazón henchido. Si la pila consentida bosteza mientras explico, se me desinfla. Converso con dos colegas, Lucho y Marciano, y les ocurre lo mismo. Nos despachurramos el cerebro ideando trucos para cautivarlos. Nos importan, de verdad, esos jóvenes que a veces ni se importan a sí mismos. “Esa es la diferencia entre dictar clase y enseñar con amor” concluimos.
La apatía de ellos no es nuestro único enemigo ni la compulsión por el whatsapp, la mala ortografía o su descontextualización que los hace afirmar sin sonrojo que la región andina se ubica en la Guajira. Lo peor es la indignante mercantilización de la educación que nos exhorta a que los asumamos como clientes. A ellos, que pese a lo dicho, nos enseñan tanto. Escribo esta columna en un país tan mal educado que tiene más prestigio social “El vivo que vive del bobo” que el ‘bobo’ que vive para enseñar.
Compañeros y compañeras de la educación: si a ustedes les pasa como a Lucho, Marciano y a mí, los admiro. ¡Los abrazo!
Adenda: Acabo de ver la entrevista que la madre de Sergio Urrego, Alba Reyes, le concedió a la periodista María Elvira Arango para ‘Los Informantes’. Se trata del joven que se suicidó a los 16 años en agosto del año pasado en Bogotá, sumido en un intenso dolor por el acoso del que era víctima como homosexual por parte de las directivas de su colegio. Al parecer, no sólo les incomodaba su orientación sexual sino su espíritu libre pensador y sus opiniones críticas que él alimentaba con la lectura y el arte. Sergio obtuvo el mejor puntaje de su colegio en las pruebas de Estado Saber 11 y fue uno de los 10 mejores de Colombia. Sergio: Me hubiera sentido honrada de haber sido maestra tuya. Paz y amor para tu ser de luz.