#Mejorenbici
Santiago Gómez Mejía – Decano Comunicación Social y Artes Audiovisuales Unab
Como todas las transformaciones sociales, dentro de las cuales se encuentra la masificación de la bicicleta como medio de transporte, cambiar no solo la infraestructura, sino también la cultura ciudadana para aprovechar dichos beneficios, requiere de una ordenada acción colectiva y una clara voluntad política.
Bucaramanga debe asumir este compromiso con decisión, promoviendo el uso, adaptando espacios urbanos para su circulación y generando actitudes respetuosas que permitan la convivencia de todos. Los ciudadanos debemos desechar conductas que evitan la masificación de la bicicleta como transporte no solo recreacional.
Somos perezosos, irrespetuosos del espacio público y discriminamos al ciclista en favor de los autos y las motos.
Más presupuesto, la creación de una dirección especializada en la Secretaría de Tránsito, mejor planeación y más cultura, pueden ser las claves que nos acerquen a modelos de ciudad más amigables, con mejor calidad de vida y ajustadas a los retos del siglo XXI.
Los pesimistas pensarán que como no somos europeos, nos falta mucho para lograr consolidar este medio de transporte como una alternativa de movilidad eficiente y atractiva para una ciudadanía no acostumbrada a ello en una ciudad que no se construyó para favorecer su uso. Pero ejemplos como el de Bogotá, con quienes no estamos muy lejanos culturalmente, ni somos topográficamente tan disímiles, nos permiten pensar que sí es posible.
Bogotá es la octava ciudad del mundo más apta para transportarse en este tipo de vehículos. Y eso lo logró a partir de un ejercicio de política pública que trascendió la inmediatez de los planes de gobierno locales y se convirtió en una estrategia que la ciudadanía respaldó durante más de dos décadas. Construyó 344 kilómetros de ciclorrutas, apalancó su uso responsable en campañas de cultura ciudadana y logró posicionar dicho vehículo como parte de las dinámicas de movilidad.