¿Por qué ahora sí?
Nadie entiende por qué en este país a veces las cosas se pueden y a veces no. Resulta que los vecinos de Cabecera venían reclamando hace años mayor control para su zona.
Era evidente el desmadre que había sufrido el sector con la proliferación de establecimientos nocturnos sin control.
El ruido excesivo, las riñas, el consumo de bebidas en la calle, era a todas luces una flagrante violación a los derechos de los demás, pero pasaban los años y nadie hacía nada.
Las autoridades parecían adormiladas ante semejante despropósito.
Pues bien, llegó un nuevo secretario del Interior y sin más herramientas que la voluntad, tomó cartas en el asunto y empezó a exigir lo que él llama legalidad.
Así de simple era. No se estaba pidiendo que se acabara con el comercio de la zona, ni que se clausuraran de por vida los bares y tabernas; simplemente se pedía control, que Cabecera siguiera siendo una zona comercial y residencial pero con respeto por unos y otros.
El operativo de la semana pasada y los que vienen, dan cuenta de que se pueden hacer las cosas.
A los dueños de los negocios se les ha dicho que deben acatar las normas y la gran mayoría lo hace, pero algunos dañan la imagen del sector con desmanes como los que todo el mundo conoce, al punto que a cierta zona le tienen un nombre que hay que erradicar de nuestro vocabulario.
Cabecera merece tranquilidad y negocios dignos que hagan agradable la estadía allí, no ese caos que se vive hace algún tiempo y que por razones desconocidas (¿o políticas?) nadie había querido contrarrestar.