El mejor regalo para don Pedro: una máscara
Entender el significado de las máscaras es complejo porque reúne muchas caracterizaciones y culturas, sin embargo don Pedro Bautista Quintero ha dedicado gran parte de su vida no solo a coleccionarlas, sino a leer sobre el tema.
Su afición por estos objetos es tal que entre la sala y el cuarto de estudio de su apartamento tiene colgadas 150. Y son solo una parte pues cree tener casi 200. Las que no puede exhibir en las paredes las tiene guardadas o sus hijas Jimena y Liliana las tienen en sus hogares.
Indudablemete a este hombre nacido en Aratoca hace 70 años le gustan las máscaras.
Su gusto nació desde niño, observando cómo en los pueblos, en las fiestas de fin de año, se realizaban desfiles de matachines y enmascarados, tradición que aún se conserva en muchos municipios del país.
Luego, en un viaje que hizo a Venecia, Italia, su apasionamiento tomó más peso, pues encontró un mercado donde se ofrecen máscaras de todo tipo, forma, color, tema y textura.
Fue en un Carnaval de Venecia, que se realiza en septiembre, donde entendió por qué las máscaras son el elemento más importante para esta cultura del sur de Europa.
Ahí empezó a coleccionarlas. Luego, en otros viajes que hizo a Estados Unidos logró aumentar la cifra.
“Allá hay mercados abundantes de máscaras, igual que en México, Ecuador y Perú, países que tienen una historia cultural amplia”, señaló don Pedro, quien es abogado.
Y como sus amigos y familiares han sabido siempre de su colección, cada vez que viajan a China, Indonesia e India le traen de detalle una máscara.
“Las máscaras no son originales, son unos trebejos de madera realizados por artesanos, son especiales y fascinantes, sobre todo las africanas que se consiguen para coleccionistas, con mayor facilidad, en Estados Unidos. Las máscaras y la sociedad, desde la tragedia griega, siempre han ido juntas, aunque los límites entre la máscara y el rostro han sido difusos ¿Qué es lo que aparece entonces en las manifestaciones cíclicas y periódicas de los enmascarados, en los rostros contraídos, con horribles muecas, en las figuras enmascaradas, con caretas que paladinamente cobran vida? La estructura de esta ontología aparece claramente delineada, en expresión de Federico Nietzsche, en los arquetipos y repeticiones que gobiernan el mundo de los hombres. Es simplemente, lo que el magistral filósofo alemán y posteriormente el historiador rumano Mirce Eliade llaman el permanente ‘Mito del eterno retorno”, explicó.
Esa múltiple expresión que encuentra en estos ártículos está presente en su casa, desde máscaras hechas en madera que reflejan la caricatura, la sátira, la ironía y teatralidad de la sociedad y su entorno, en particular de sus personajes, demonios, dioses, religiones, ritos, mitos, antepasados y costumbres, hasta aquellas con las que hoy los denominados ‘indignados’ se representan, como lo es la popular máscara larga, blanca, de bigote.
También tiene cierto aprecio por las africanas que son fabricadas con madera dura y pesada, y que se consiguen especialmente en New York, y por las hechas en Indonesia, con madera ‘teca’, diferenciada por su textura.
Este hobbie le ha permitido ponerse en contacto con otros coleccionistas del mundo con quienes hacen intercambios.
En estos canjes y en las compras que ha logrado hacer tiene presente también que una de las más costosas que ha adquirido fue una de $500 mil.
“Pero hay casos extremos pues en esos intercambios con coleccionistas hay algunas que llegan a costar 10 o 15 mil dólares”, señaló.
Don Pedro recalca que las máscaras que tiene no son para ponérselas ni lucirlas -en su mayoría- sino que son réplicas especiales solo para coleccionistas.
Pero ¿qué hará en unos 10 años con tantas máscaras?
Él dice que las regalará a sus amigos y familiares con el tiempo, aunque antes aspira a vivir en un lugar más amplio en donde pueda colgarlas todas.
“Espero que no me pase lo de un pintor mexicano (dice entre risas) que gastó demasiado dinero haciendo y coleccionando figuras precolombinas de barro. Le gustaban tanto tanto que el dinero escaseaba a veces al punto que un día no tuvieron para el desayuno en su casa y cuando se sentó en el comedor su esposa le puso en un plato una de sus figuras picada en pedacitos… ojalá no me pase”, terminó entre carcajadas.