Su misión en la vida: servir
La carta llegó a su casa hace 23 años. Anunciaba el traslado de lugar de trabajo de su esposo, de Bogotá a Bucaramanga y aquí, doña Rosa Hilarón de Gómez, se entregó en cuerpo y alma al servicio de los más necesitados.
Tan pronto llegaron a la Ciudad Bonita, encontraron dónde vivir y terminó de arreglar su nueva casa, supo que debía hacer algo para hacerse una ‘voluntaria’.
Entonces llamó a una amiga de Bogotá, a quien alguna vez le oyó hablar de Avhos, Asociación Colombiana de Voluntariado Hospitalario y de Salud, y le preguntó por algún contacto de este colectivo en Bucaramanga.
Conoció pues a Gladys Bautista Arias, quien hasta hoy sigue siendo su amiga y compañera de nobles causas en las Damas Rosadas.
“Ella lleva 53 años trabajando fuertemente, con alegría, dinamismo. Es una persona admirable por su sencillez y tranquilidad cuando los momentos lo ameritan”, dijo doña Rosa, o Rosita, como la llaman en la asociación.
A su lado empezó a trabajar en el Centro Nuestra Señora de la Esperanza, obra fundada por ella. Estaba ubicada en el norte de la ciudad y durante varios años le dieron nutrición, educación preescolar, servicios de odontología y recreación a 120 niños entre los 6 meses y 6 años de vida.
La obra luego tuvo que desaparecer, pues una falla geológica en el terreno -que tenían en comodato- originó grandes grietas en las paredes y el piso, poniendo así en riesgo la integridad de los niños y de quienes los asistían.
Sin embargo su labor dentro de la asociación no terminó con este centro. Fue la oportunidad para vincularse a Ideales, el Instituto de Adaptación Laboral en Santander que hoy dirige.
Sobre Ideales
Allí trabaja en la rehabilitación y promoción humana de jóvenes, buscando elevar su autoestima y mejorando su condición, calidad y proyecto de vida.
Cuenta con un equipo de profesionales, docentes y con el apoyo permanente del Grupo de Voluntarias Damas Rosadas.
“Inicialmente atendíamos a personas en situación de discapacidad física quienes elaboraban hamacas, zapatos ortopédicos y aprendían modistería. Recibían de la industria encargos sencillos como despeluzar prendas, enrollar chipas, elaborar bolsas para el aseo, reparar calzado y hacer empaques de materias primas, entre otros oficios. También tenemos un taller de encuadernación que presta servicio de empastado de libros, tesis y contabilidades”, explicó.
Al ingresar cada joven es evaluado por la psicóloga quien lo ubica en un grupo de acuerdo a sus capacidades: exploradores, emprendedores, creadores o constructores. También hacen talleres formativos de lectoescritura, prematemáticas, bordados, mcacramé, screen, deportes, tamboras, etc.
Y aunque ha sido una labor bonita, como toda obra social tienen sus momentos de crisis económica, pues los recursos con los que trabajan son los que se consiguen con actividades propias del voluntariado como venta de bonos, chocoladatas o bingos, entre otros.
Hoy gran parte de la casa donde funciona Ideales y donde atienden a 46 jóvenes en condición de discapacidad está deteriorada.
“Por eso solicitamos la colaboración de empresarios y personas en general que quieran apadrinar a un joven o que nos quieran ayudar con los arreglos de la casa. Es bienvenida cualquier ayuda para seguir con esta causa”, dijo Rosita sobre la fundación.
Quien desea hacerla puede comunicarse al 6428123 donde se ofrece más información al respecto.