La pintura conecta a Canen con su tierra
Una mazorca asándose, una palenquera con una canasta de frutas en su cabeza, un silletero típico antioqueño, un hombre tratando de pescar en un río seco… Pintar estas situaciones de vida significan para Canen García Arboleda el cordón umbilical que lo une con Colombia.
Aunque lleva 14 años radicado en Barcelona, este exalumno del colegio San Pedro Claver aún conserva no solo el acento colombiano sino a su patria en el corazón, tanto que la plasma en sus pinturas.
Esa profunda investigación sociológica que inició hace 10 años sobre el campesino colombiano, sus tradiciones, sus esfuerzos diarios por recibir un sustento y al tiempo sonreírle a la vida, se refleja en los rostros, el color, la luz, los sentimientos, paisajes y recuerdos que siembra con su pincel.
Cada vez que viene a Colombia visita a Marleny Arboleda, su mamá, y se deja consentir por una o dos semanas. Luego coge su morral, su carro y si no tiene un par de pueblos apuntados se va para zonas como el Pacífico, la Costa Caribe, el centro del país. Hace una bitácora y se lleva cientos de fotos que luego usa, junto a la lectura de muchos textos culturales e históricos, para hacer su trabajo: retratar la alegría del trabajador colombiano.
Ese colorido característico del entorno del rostro de sus personajes ha logrado robarse las miradas de los críticos del arte en Barcelona, caracterizada según él, por brillar por sus obras con tonos grisáceos, cielos nublados y artistas vestidos de negro.
“Cuando miran mis obras les llama la atención por el color y las formas. Las ven, las admiran y logro que se inquieten y me preguntan qué es, por ejemplo ¿qué es una palenquera? ¿qué es parcero? ¿qué es minga? ¿qué es manigua? Y ahí creamos un debate”, comenta sobre las exposiciones que ha hecho en varias poblaciones no solo españolas, sino de Europa.
Sin embargo reconoce con serenidad que llegar a esas instancias no ha sido fácil en una ciudad que aunque pequeña es más cosmopolita.
“Fue difícil al principio porque nadie te conoce. Barcelona tiene muchos centros culturales, grandes y pequeños, y muchos artistas también. Así encontré un colectivo de escultores, pintura… somos un poco más de 50 personas que nos reunimos para trabajar y retroalimentarnos”, manifestó.
Estas labores diarias no las comparte solo. Para su felicidad Canen encontró a su media naranja. Es catalana y se llama Marina Pérez, con quien lleva cuatro años de relación, confidencia, amistad y apoyo incondicional.
Aunque toca el piano y le gusta dibujar y pintar, no es de su mundo de artistas, es física nuclear. La conoció porque a ella le gustó “un arte” suyo y quiso comprarlo. Conversaron y además de lograr la venta Canen supo luego que era su complemento.
A este amor incondicional se le añade el de su mamá, sus hermanos Luis Fernando y María del Pilar y su padre Álvaro García, que aunque ya no esté acompañándolos lleva en su memoria las enseñanzas y los buenos momentos que compartieron.
Los recuerdos son invaluables
Canen es de esos seres que valoran las buenas costumbres, el compartir en familia, el disfrutar de la naturaleza, incluso el bañarse en un río, cosa que hace cada vez que recorre Colombia en busca de nuevas imágenes.
“Cuando me voy de Colombia me llevo en el corazón muchas cosas: mi familia, los amigos, pero también la luz, el color… me voy fuerza y energía nueva porque allá tenemos otros paisajes, totalmente diferentes. Me gusta que estos recuerdos estén presentes, que me duren un buen tiempo para así darle esa tranquilidad a quienes luego aprecian mis obras”.
Ese trabajo de hacer memoria incluye su juventud como estudiante de arquitectura de la Universidad Santo Tomás, en Bucaramanga, y sus épocas de niñez en la carrera 46 del barrio Terrazas.
De esos días recuerda cómo se reunía con sus amigos a hacer barquitos de papel y jugar en el pequeño río que se formaba en los andenes luego de una fuerte lluvia. También trajo al presente el nido de hormigas culonas que visitaban y los paseos a la montaña en los que apostaban al que primero viera una mariposa morada, o de otros colores. Y cómo olvidar los partidos de fútbol en la calle, donde dos piedras eran el arco y el límite vertical para hacer un gol era hasta donde llegaba la mano estirada del arquero “… y al final el último que hiciera el gol ganaba ja ja ja”. Igualmente jugar a ‘la lleva’, a ‘cadeneta’, hablar con los vecinos hasta medianoche y hacer retenes para que les dieran monedas y así llenar de pólvora los carranchos que hacían a final de año.
Allí vivieron 20 años y a pesar del tiempo de esos días de travesuras conserva amistades como la de Fernando Bárcenas, Carlos ‘el Negro’ Ortega, Juan Miguel y Germán Núñez, con quienes trata de reunirse cada vez que visita a Bucaramanga.
Estos recuerdos y los que muchos de su edad añoran para la niñez y juventud de hoy, los quiere ilustrar en una nueva serie que tendrá lista a principios de 2015, que constará en un principio de 8 cuadros pero que, como él se conoce, podrán ser luego 14 o 20.
“Es sobre costumbres que se han perdido como compartir una cena con tranquilidad, disfrutar el campo, valorar un atardecer. Los niños viven ahora como en un búnker, con su tableta, ya no tienen espacios para jugar más que lo que pueda brindarles un conjunto cerrado”, comentó.
Llegó por La Vorágine
Su visita a Bucaramanga, en esta ocasión, fue por un motivo especial: es el artista que hizo las ilustraciones para la edición de lujo de ‘La Vorágine’ del escritor José Eustasio Rivera y que realiza la Casa del Libro Total.
El lanzamiento de los libros será el viernes 29 de agosto, a las 6:30 p.m. y allí estará Canen mostrando las 11 imágenes que acompañarán los textos extensos, escritos algunos en prosa y con diversos conflictos y temas.
“Ha sido muy divertido porque lo leí, lo releí y lo redescubrí. Me gustó mucho hacerlo. Hubiera querido hacer más ilustraciones pero la edición estaba casi lista, estuvimos sobre el tiempo, sin embargo creo que se logró el objetivo”, señaló.