Estafadores de la mendicidad
Por Fabio Eduardo Peña, editor de Gente de Cabecera
Hace algún tiempo Vanguardia Liberal desenmascaró a varios personajes que se dedicaban a pedir limosna en la calle con historias variadas y hasta fantásticas que conmovían al más áspero, seco y duro corazón.
Recuerdo el hombre de los merengues que botaba a propósito la mercancía sin que lo vieran y luego lloraba pidiendo ayuda porque no tenía cómo llevar plata a casa.
Pues bien esas historias parecen repetirse actualmente y aunque ya no es con merengues, sí lo hacen muchos avivatos que cuentan las más disímiles historias.
Por ejemplo, un tipo que dice tener 58 años, bajito, delgado y algo encorvado cuenta que su hijo falleció el día anterior, que no tiene plata para el entierro, que vive debajo el viaducto La Flora y jura por Dios que nunca pensó que tendría que subirse a un bus a pedir limosna.
Ese bufón es el mismo que muchos ciudadanos han visto subirse al transporte público desde hace más de diez años, solo que antes decía vivir debajo del viaducto García Cadena y tener una hija que vendía limones en la esquina de la carrera 33 con calle 36 a la que supuestamente había cogido un carro.
Como esta son muchas las historias que decenas de palabreros usan para engañar incautos y recoger dinero.
En las calles se ven a diario embuesteros que se valen de cualquier estrategia melodramática para conmover corazones y que han convertido esta práctica en un negocio, del cual obtienen buenos dividendos.
Este tipo de engaño y mentira han hecho carrera hace tiempo, pero no se debe patrocinar.