“En una casa de la 40 vivimos tres años”
Aunque hace 41 años salió de Cabecera para residir en Cañaveral, María Cristina Plata aún recuerda con una pequeña dosis de nostalgia cómo fueron los cortos años en que vivió en las casas de la carrera 40, de las que hoy quedan solo algunos muros con roña.
En este sitio en el que la Corporación para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga, CDMB y el gobierno municipal planean construir un parque con puntos temáticos, esta docente, su esposo Roberto Jaimes Durán y sus nueve hijos compartieron momentos de tranquilidad y felicidad.
“Eran tres bloques de casas, cada bloque integrado con seis casas, más o menos. Nosotros vivíamos en el que quedaba sobre la carrera 40, pero como esa zona no era tan transitada ni importante, esta vía daba con el patio, es decir, la entrada era por la parte de abajo. En esa cuadra estaban los Bonilla, Álvaro Abril, nosotros, Orlando Morales, el médico Álvaro Bonilla y Olga de Álvarez junto a su esposo el señor González”, comentó sobre las casas construidas por Urbanas mientras que más abajo (cerca a Altos de El Jardín) otros ingenieros “construían por su cuenta”.
Aparecieron fallas
Esta casa fue comprada en 1970 por esta familia y un año más tarde ocurrió la primera falla geológica que empezó a cuestionarlos.
“Un día le estaba haciendo aseo el patio, siempre me gustaba ponerle la manguera al sifón para que no se acumulara mugre, pero empezaron a salir burbujas y tierra, el agua no pasaba al fondo como debía ser. Entonces metí el palo de la escoba y se me fue completico, luego el de las telarañas que es más largo y tampoco alcancé a tocar fondo con él, se fue también.
“Al día siguiente llamé a Urbanas para comentar lo sucedido y mandaron a un ingeniero para que revisara, este lo que dijo era que mis hijos habían roto eso y que no era grave. Luego mandamos a revisar y no encontraron cañerías. Finalmente vinieron más técnicos y mandaron a arreglar las grietas para nuevamente quedar la casa perfecta”.
Hasta ese punto todo marchó bien y la normalidad volvió a este hogar. Sin embargo en 1973 la situación sería más grave.
“Estábamos en vacaciones de fin de año. Regresábamos con la familia de la Costa y ¡oh sorpresa! Encontramos una pancarta grande de la CDMB que prohibía el paso por la carrera 40. La gente estaba aglomerada tratando de mirar las grietas que tenían las casas… eso fue el 31 de diciembre”.
Según cuenta María Cristina, el tamaño de algunas aberturas era tan grandes que cabía una persona, las puertas no cerraban bien y las ventanas arrojaban esquirlas por la presión que causaba el aparente movimiento de tierra que provocó estos daños en la infraestructura de todas estas casas.
Todo sucedió en una semana.
“No se hundieron las casas como se ha dicho por ahí, que fue una falla de la construcción, sino que la tierra se fue corriendo de norte a sur”, acotó.
Indudablemente la angustia reinó en una época en la que el mundo entero celebraba la llegada de un año nuevo, el 1974. Mientras el resto de ciudad festejaba, estas familias se preguntaban cuál sería su futuro, a dónde iban a vivir ¿les respondería la constructora?
Un parte de tranquilidad
El 2 de enero de 1974 recibieron una visita que traería a sus vidas algo de serenidad, se trataba de don Armando Puyana.
“Fue a ver las casas. Mi esposo habló con él y nos dijo que respondía. Así fue. Nos trajo a ver las casas de Cañaveral, de las que disponía Urbanas. Cuando eso la zona donde está La Florida estaba poblada con viviendas y ni rastros de pensar que ahora sería tan comercial.
“Ellos asumieron la deuda que teníamos con el Banco Central Hipotecario por la compra de la casa en Cabecera, además entregamos un apartamento que teníamos en Conucos y algo de efectivo, así tomamos la casa de Cañaveral donde todavía vivimos. Como el caso nuestro hubo otros, como el de un señor Jiménez y del veterinario Carlos Daza”.
Entonces, en plena fiesta de los Reyes Magos, el 7 de enero hicieron la mudanza.
“Urbanas es una firma muy responsable, de eso no tenemos dudas. No nos regaló la casa, pero sí nos brindó soluciones”.
Luego de estar ya disfrutando de su nuevo lecho, la familia Jaimes Plata supo que la constructora había empezado a demoler las casas de Cabecera.
“Pasábamos por allá y nos daba muchísima tristeza ver eso, ver todo en el piso. Esa casa era de cuatro habitaciones cuando la compramos y luego le hicimos unas adecuaciones: ampliamos, hicimos una biblioteca, otra habitación y arreglos en el garaje y la terraza. En total le metimos $300.000 que para esa época era bastante dinero.
“Era un lugar fresco porque tenía mucha zona verde alrededor. Era seguro y teníamos una vista a la montaña espectacular. A veces íbamos con los niños a la quebrada a jugar y había siempre una señora que nos vendía mazorcas. Caminábamos hacia Pan de Azúcar y jugábamos mucho por los caminos verdes, pues eran muy pocas casas las que existían allí… de todo eso solo quedan bonitos recuerdos”, precisó.
300
metros cuadrados tenía la casa en la que vivía la familia Jaimes Plata.