¿Bucaramanga open bar?
Editor Gente de Cabecera ([email protected])
Una nueva modalidad de bares y sitios de consumo de bebidas embriagantes se ha ido tomando al área metropolitana de Bucaramanga sin que exista una normativa que establezca las condiciones para su funcionamiento.
Se trata de negocios que aparentemente son creados con un objeto social pero que terminan cumpliendo otro, bajo el amparo de las autoridades que en muchos casos son permisivas y en otros no cuentan con las herramientas necesarias para ejercer un debido control.
Me refiero a droguerías, estaciones de servicio (gasolineras), clubes sociales (chiquitecas) y ahora canchas de fútbol sintéticas en donde se ha vuelto costumbre el expendio y consumo de alcohol.
En el caso de los clubes sociales, la situación se ha tornado dramática, dado que, pese a las denuncias que han presentado diferentes estamentos de la sociedad en los que se demuestra que se expenden bebidas embriagantes y drogas a menores de edad, nada se ha hecho por sellarlos. Ni siquiera la circular emitida por el gobierno nacional en la que conmina a las alcaldías a cerrar este tipo de establecimientos ha sido efectiva. Al parecer, pesa más el poder de estas mafias camufladas en sitios de diversión que la autoridad.
Caso distinto, pero igualmente delicado, es el de los otros negocios mencionados que han ido creciendo en el área metropolitana sin que exista una claridad en torno a la función que cumplen dentro del desarrollo de ciudad.
¿Cómo se explica que en una droguería, además de medicina, se tengan neveras con whisky, cerveza y aguardiente? ¿O que una estación de servicio se transforme en taberna cuando el sol se oculta? ¿O que una cancha sintética cambie los guayos por latas de cerveza?
La ciudad no se puede volver un bar abierto.