Luis Plata, un ‘afiebrado’ a los carros
Cuando se escucha hablar a Luis María Plata Jaimes de chasises, motores y marcas, cualquiera alcanza a imaginar que le gustan los carros. Pero llegar a su casa y ver que en el hall no cabe un carro más es confirmarlo: a este hombre lo trasnocha con vehemencia este tema.
Tiene 89 años y aunque no terminó siquiera el bachillerato, sabe hoy que no fue necesario para saber todo lo que hoy guarda en su memoria respecto al amplio mundo automotriz.
Su pasión inició desde pequeño, no porque su papá haya tenido uno, pues según cuenta, la niñez en su natal San Vicente de Chucurí estuvo rodeada de pobreza.
Este gusto se remonta a su llegada a Bucaramanga, en la época de los años 40 cuando apenas eran cinco o seis las familias que tenían un carro.
“Era un panorama diferente al de hoy. Todo mundo tiene carro y si no lo tiene se endeuda por tenerlo. El contraste es que los autos de ahora no tienen nada que hacer al lado de los antiguos, que aunque uno se estrellara no se arrugaban para nada, protegían mucho duraban mucho. Los de ahora, con el perdón de los fabricantes y comerciantes, son malísimos, parecen una telita que con nada se rompen, puro nylon y pasta floja”, dijo.
La necesidad de trabajar lo llevó, cuando apenas llegaba a la mayoría de edad, a medírsele a conducir buses, camiones y cualquier clase de automóviles… y así, con el tiempo fue entrando en este mundo hasta llegar a ser socio de Copetrán, desde 1945.
“Uno de los primeros carros en los que practiqué conduciendo fue un Ford modelo 38, estaba muy chino, pero ese me enamoró. Yo creo que por ese carro y por todos los que he conducido en la vida es que hago esto de coleccionar, porque me encantan, sobre todo los carros viejitos, los modelos nuevos no tanto porque para qué, de esos se ven en las calles de Bucaramanga todos los días, en cambio de esos clásicos y de los buenos ya no se ven sino así, en miniaturas”, dijo explicando porqué su colección es tan grande que no sabe con exactitud cuántos tiene.
Un catálogo variado
Aunque sabe que tiene más de 400 carritos de colección, Luis puede describir con exactitud a cada uno, incluso hasta clasificarlos.
Por ejemplo tiene claro que los modelos más antiguos que guarda en su casa son de 1930, réplicas de Ford y Chévrolet.
Guarda también con sentimiento los que adquirió en su primer viaje al exterior, en 1982, cuando por ser directivo de Copetrán y negociantes de chasises para vehículos pesados, fue invitado a la fábrica de Ford, en Estados Unidos.
Allá compró los 12 carros con los que ampliaba su compilación que inició con juicio en 1975.
Otro viaje que aprovechó a Norteamérica fue la visita a la casa Kenworth de la Montaña, en 1975, de donde se trajo 15 imitaciones.
En Bucaramanga y Bogotá también ha podido conseguir los autos que le gusta, sobre todo en San Andresito, donde ya lo conocen.
Así mismo sus amigos e hijos lo llevan presente en sus viajes, por eso siempre recibe una llamada en la que le preguntan ¿papá, ya tiene tal modelo en tal color y de tal marca? “Y les digo si sí o no para que me lo traigan”.
Otra zona donde lo conocen muy bien es en la isla de San Andrés.
“Cada vez que voy los vendedores me dicen de entrada: “Don Luis, no tenemos carros para usted, no nos ha llegado nada nuevo y ya sabemos que los que hay aquí ya usted los tiene en casa’… o muy pocas veces cuando estoy de buenas se pelean por venderme alguna novedad”.
Los colores no importan, en su conjunto de réplicas hay de todos: combinados, amarillos, gris plomo, blancos y negros…
Lo que sí prima es la marca, pues tiene por cantidades diseños exclusivos de Ford, Chévrolet, Dodge, Mercedes Benz, Buick, Packard y Studebaker.
De ellos, a la hora de comprarlos, tiene en cuenta que cumpla con lo que él considera características infaltables: que sean perfectos, que abran bien las puertas, el capó y el baúl, “porque es que deben ser así, perfectos. De eso se trata, de reducir un carro nuevo de su época a este tamaño. Yo tengo varios 1.18 es decir rebajado 18 veces del tamaño real del carro, pero también tengo otros 1.24 es decir más pequeños, pero no me gustan tan pequeños porque son más baratos y pierden muchos detalles”, explicó sobre las condiciones que cumplen sus unidades de colección.
Aunque en un principio quiso tener de todos los tipos de vehículos se inclinó por los automóviles, sin embargo tiene algunos camiones, buses, tractomulas y grúas.
Un valor sentimental
Además de su fascinante gusto por los programas de televisión estadounidenses en los que restauran carros antiguos con avanzadas técnicas, Luis sale de vez en cuando a pasear la ciudad en su Ford Ranger modelo 89.
Este vehículo fue uno de los últimos importados que vendió el reconocido empresario automotriz Nepomuceno Cartagena, hace más de 14 años y cuyo costo para la época fue de $18 millones.
“Está como nueva, perfecta, casi no la saco y tiene todo original. No la pienso cambiar”, dijo sobre su joya, la que reemplazó la Ford 55 que vendió hace más de un año a un empresario antioqueño por $20 millones.
Aunque conserva su vehículo para que sus hijos de vez en cuando lo saquen, sabe que no es un modelo del gusto de ellos.
Caso contrario a sus nietos quienes al visitarlo se contienen las ganas de agarrar uno de los autos de su colección para jugar.
“Antes les regalaba uno que otro para que jugaran, pero los acababan rapidito y me daba vaina que me los volvieran nada. Ahora ellos saben que solo pueden verlos pero no cogerlos”, contó.
Pero ¿qué pasará con esta colección el día que Luis María Plata Jaimes no esté? Ese es un tema que ya discutió con sus hijos.
“Que se los repartan. Ya les he dado a ellos carros que me sobran o repetidos, igual, a ellos este cuento también les gusta mucho. Lo único que les pido es que los quieran como yo los quiero y los valoren. Yo adoro esto, es mi hobby y casi que no puedo pasar un día sin coger uno de ellos, no puedo evitar pasar por este sitio de la casa sin admirarlos”, concluyó.