Lúgubre problema
Como residente de la calle 42 con carrera 27A y desde que una funeraria presta sus servicios a personas de estratos 1, 2 o 3 veo un grave problema: la tranquilidad se nos acabó.
No es nada en contra de estas personas que como tal se deben respetar, pero quienes vivimos por aquí también lo merecemos.
Para nada vemos justo que tengamos que soporta, en plena zona residencial, que si el difunto es un hincha del Atlético Bucaramanga lleguen sus conocidos con banderas, totes, voladores y al final terminen el encuentro fúnebre con peleas callejeras.
A la Policía parece que no le paran bolas, pues vienen y cuando van de salida vuelve la guachafita.
Las trifulcas son peores en las noches pues a veces nuestros oídos se revientan por los bombos y tambores acompañados de cantos y gritos que resuenan hasta las 10:30 p. m.
De verdad nos sentimos en riesgo. Además de no disfrutar de días de tranquilidad, tenemos que soportar que estacionen buses frente a los parqueaderos de los edificios, impidiéndonos entrar o salir con la libertad que merecemos.
El caso más dramático fue hace poco que al parecer el difunto era un policía. Esta calle se llenó de motos, había unas doscientas pero el problema era ¿a quién llamábamos para quejarnos si los que estaban propagando el desorden eran los mismos de la autoridad?
Triste panorama el que nos depara a los habitantes de esta zona si no se le pone control a este tipo de espectáculos.
Yo creería que parte de la solución está en manos de la funeraria, que podría pedirles a sus asistentes que guarden compostura. ¡Dios quiera!