Así llegó Iván López a la cima del Kilimanjaro
Ya había estado en otras montañas de California, de Australia y hasta en el campamento base del Monte Éverest. También había logrado importantes triunfos personales practicando otros deportes.
Sin embargo hubo un sitio que le llamó la atención para conocer y pudo hacerlo en septiembre de 2012 junto a su esposa y otros dos amigos, se trata del Monte Kilimanjaro, en Tanzania.
Lejos de las competencias y de medir sus habilidades físicas, Iván Ricardo López Becaría solo busca una cosa con esta práctica: conocer culturas diferentes y disfrutar de otra forma los viajes.
Este bumangués de 41 años, exalumno del colegio San Pedro Claver reside en San Francisco, una de las tres ciudades más pobladas de California, estado en el que ha podido explorar sitios maravillosos.
“Allí he escalado varios montes como por ejemplo el Whitney, que me sirvió de entrenamiento para llegar luego al Kilimanjaro”, mencionó.
Además de contar con el equipo necesario para esta práctica, hay en su casa otros implementos deportivos que denotan un interés constante por mantener en forma su estado físico.
“En realidad lo que más practico es bicicleta, de montaña y de ruta, es lo que más me gusta, es mi hobbie y pasión. También hago triatlón, nado, corro y vuelo en parapente hace 18 años”, explicó Iván, quien hace parte de la familia que hoy lleva con orgullo el negocio de su padre, ‘Casa Hermes’.
La experiencia mayor
Aunque no tuvo la intención de llegar a la cima del Everest, su estadía en el campamento base del monte más alto del mundo fue una experiencia extraordinaria por el disfrute del paisaje y la magnitud del sitio.
Sin embargo cree que uno de los mejores momentos vividos en este campo ha sido llegar a la cima del monte Kilimanjaro, ubicado al nororiente de Tanzania.
Desde el primer día al séptimo el recorrido por estas tierras africanas le permitió gozar de un mundo diferente.
“El primer día fue en la selva. Estábamos con pantaloneta y camiseta. Para dormir seguimos las recomendaciones del guía quien nos advirtió que en el caso de que aparecieran elefantes nos ubicáramos en la dirección del viento, pues estos animales le temen a los humanos y así se alejan pronto. Y si llegaban los búfalos hacernos hacia los lados, pues ellos atacan de frente. Fue una jornada de mucho calor en medio de la selva húmeda de África”, describió.
El segundo día la temperatura empieza a bajar y el paisaje árido reemplaza al verde húmedo de la ‘jungla’. Arena y piedra volcánica bordean los caminos su destino, que además es un volcán.
Los copos de nieve aparecen en las siete horas diarias de escala en las que caminan despacio, se detienen a comer algo, a beber agua y a tomarse fotos… y así hasta el quinto día en la noche.
“Lo importante es subir con calma. Hay atletas que están en forma óptima y que intentan y no llegan porque van muy rápido, se enferman. Eso es lo que más me gusta pues vas hablando con el guía y equipo de soporte y aprendes culturas, es lo más interesante. Es importante saber dónde llevar el agua pues el calor corporal la mantiene en estado líquido, si se deja un poco al aire libre se congela de inmediato y consumirla es importante para esta práctica”.
Las ganas de llegar a la cima deben ser controladas por la velocidad y tratando siempre de obviar los obstáculos que se encuentran en el camino.
“Subiendo se ve a muchas personas enfermas y llorando, que se quedaron a mitad de camino y no pudieron llegar. Uno entiende la frustración porque llegar desde tan lejos, estar a poco de la cima y no alcanzarla no es fácil, pero primero es la salud. Ahí entendimos cuando el guía nos decía que no miráramos a nadie y que nos mantuviéramos concentrados en los pasos”.
Una hora sublime
“El último día empezamos a las 11 p. m. para calcular llegar al amanecer. Fue una noche de total oscuridad, solo se veían las linternas y estrellas-si eran eso- y mucho frío”.
La densidad del aire va disminuyendo, la respiración es más corta y más rápida.
En la cima del Kilimanjaro el porcentaje de oxígeno es la mitad de lo que hay en el nivel del mar, dice Iván, y que por eso todo el mundo va a tener dolor de cabeza “sin excepción, es normal por la falta de oxígeno que llega al cerebro. A uno más fuertes que a otros, pero da dolor de cabeza”.
La euforia se toma los primeros segundos de llegada a la cima y las fotos junto al letrero que indica la llegada y la altura del monte no pueden faltar.
“Se ve mucha gente que se quita parte de su ropa, otros destapan una cerveza y se la toman… de todo. Y pues otros como un compañero mío se tomó la foto y bajó de inmediato porque no aguantó más la respiración. Nosotros duramos una hora larga arriba disfrutando del paisaje”.
Bajar es otro cuento, explica el santandereano. “Subiendo todo va empeorando y es más difícil, cada paso más pesado, pero bajando es más fácil y se va haciendo uno más fuerte. Desaparece el dolor de cabeza y se siente el alivio inmediato. Bajando duramos un día, es decir, el séptimo día.”.
Al final queda en su libro de vida una experiencia más, una cultura nueva y rica y un viaje compartido de una manera distinta.
Con 5.895 metros es la montaña más alta de África. Por ser una cima que emerge sola de entre la sabana, con un desnivel de 4.800 a 5.200 metros es la montaña aislada más alta del mundo. Es además un complejo volcánico.
Tenga en cuenta…
Equipos de soporte: son personas que llevan la comida y maletas en su espalda, residentes de la zona y colaboradores de los escaladores hasta el campamento base del monte.
Campamento base: sitio clave en la ruta de ascenso para descanso, aclimatar el cuerpo y medir capacidades físicas.
de las personas que inten-tan llegar a la cima del Kilimanjaron lo logran.