Una justicia coja e inoperante
Desazón, indignación y rabia causan los hechos que últimamente han pasado en Colombia y que han tocado las fibras de los santandereanos.
La muerte de un joven brillante, abogado del Externado pero nacido y criado en esta ciudad, a manos de cuatro delincuentes que le propinaron varias puñaladas por robarle un celular debe poner a pensar al país.
No solo en lo poco o nada que para muchos vale hoy la vida, porque aquí se mata por un celular o por unos tenis, sino, además, en lo que está pasando con nuestra justicia.
Mientras personas como el hombre que se robó por hambre un cubo de caldo Maggi lleva un mes en prisión y a la espera de ser condenado, otros delincuentes, como los del caso de esta semana, se pavonean por las calles cometiendo sus fechorías sin que nada ni nadie los ataje.
Solo el escándalo de los medios de comunicación provoca en ocasiones alguna reacción de la justicia, de lo contrario reina mucha impunidad.
Las cárceles están llenas, entre otros, de inocentes, mientras en las calles pululan los raponeros, atracadores, asesinos y otros delincuentes que se ríen de la justicia y que en muchos casos confiesan que no le temen pues nunca los toca.
Para colmo de males se habla por estos días de una reforma a la justicia llena de vacíos y de privilegios para unos cuantos, especialmente de los poderes legislativo y judicial, lo que ha desatado el rechazo del país.
Es hora de pensar en hacer leyes justas para todos, que se acabe la impunidad y que se enderece el camino porque con la situación que vivimos el país cada día se siente más desprotegido.