Una eminencia de las letras y los números
“La ‘miserableza’ de 83 años”. Así responde don Rodrigo González Rodríguez cuando habla de su edad.
Es solo el inicio de una conversación con un hombre que durante años mezcló los números que componen la ingeniería metalúrgica, con las letras que leyó como estudiante de derecho y docente durante más de 25 años.
Aunque dice que solo cuatro libros han pasado por sus manos como ‘corrector de estilo’, sus prácticas en el buen uso del idioma van más allá.
Una biblioteca con una variedad de diccionarios y un sinnúmero de periódicos hacen parte de sus estudios diarios en su afán por el buen hablar y escribir. Destacados, entre estos textos, están los óvalos con tinta roja y azul que señalan la existencia de un error gramatical.
Así pasa sus días de jubilado como maestro de la UIS… leyendo, estudiando y criticando, siempre con el objeto de que las nuevas juventudes den un uso adecuado al lenguaje.
“La idea es que a través de los medios de comunicación y de una manera breve, se puedan dar unas recomendaciones de usos comunes de términos tanto para la parte escrita como oral”, explicó sobre su preocupación frente al tema.
De abogado a ingeniero
La pasión por las letras va con él desde niño, cuando pasó por la Escuela de Guadalupe – su pueblo natal- y por el “glorioso” Colegio Nacional San José de Guanentá, en San Gil y por el corto tiempo que estuvo trabajando y estudiando Derecho.
Pero su destino cambiaría en una fiesta del Cincuentenario de Guadalupe, en 1953, cuando fue elegido para hacer el discurso oficial de la ceremonia.
“Me llamó en ese mismo lugar el gobernador de ese entonces, Pedro Nel Rueda Uribe y me preguntó que qué era lo que yo quería estudiar, me dijo que no estudiara más derecho que había muchos en el país y me le midiera a la ingeniería metalúrgica. Yo ahí mismo dije: No, no tengo tiempo suficiente, es una carrera que merece más tiempo y si estudio entonces no puedo trabajar. Pero el panorama cambió cuando me dijo que me pagaba la carrera”… y como entre gustos no hay disgustos, le dio rienda suelta también a las matemáticas. Así se hizo estudiante de ingeniería, con una beca de 82 pesos durante los cinco años de carrera.
Fascinado por su profesión, se postuló al cupo de docente en la Universidad Industrial de Santander y fue elegido como homólogo del doctor Federico Mamitza.
“Uno no se les desprendía para nada, era todo el tiempo detrás de ellos aprendiéndoles a ser docente…” Esta labor se repitió luego con otro reconocido docente de la Universidad de Oxford que estuvo en la ciudad, Pernart De Jhon, quien le dio la oportunidad de irse con una beca a hacer una maestría en Chile.
Volvió como docente de la UIS, luego de la Universidad de Mérida, en Venezuela… y así pasaron 25 años a la formación de estudiantes.