La Cuadra de la Frescura
En la cuadra de la frescura ha habido pinos, oitíes, guayacanes, araucarias, un mini campo de golf, jardines, antejardines, una calzada de 7 metros e historias, recuerdos y añoranzas.
Sus casas son grandes, amplias y profundas, con garajes que pueden albergar varios carros.
La mayoría tiene amplias zonas verdes, de esas en las que se puede sembrar hasta una ceiba y queda espacio para poner sillas y mirar el atardecer.
En 1959 el Banco Central Hipotecario a través del Instituto de Crédito Territorial se encargó de construir las dos manzanas que conforman el sector y que se conocieron en su momento como las casas del BCH.
En esa época la zona era un inmenso lote en el que sólo se erigía el colegio de La Presentación, de las hermanas Dominicas.
Colindaba con una polvorienta avenida de Las Américas (carrera 33), los campos de golf del Club Campestre (hoy club Unión), el cerro de Pan de Azúcar y lo que después sería el CCC (Centro Comercial Cabecera).
Con 115 metros de largo por 52 de ancho, esta zona rompió la cuadrícula tradicional de las manzanas en la ciudad para hacer rectángulos.
Enmarcada dentro del barrio Cabecera del Llano, fue cuna de personajes ilustres como don Carlos Gómez Albarracín, rector del Instituto Caldas; don Néstor Páez Rodríguez, exgobernantes como Gustavo Duarte Alemán, los Lülle –sobrinos de Carlos Ardila Lülle-, el cardiólogo Agustín Parra García, los Trillos –dueños de la panadería La Moderna-.
También estaban vecinos singulares como don Javier Robledo, quien –aseguran- guardaba un caballo en su jardín; o los Cote y los Parra, dueños de los dos únicos televisores en kilómetros a la redonda.
Barrio de anécdotas
Juan José Gómez Rueda, más conocido como Huto, llegó muy niño al sector.
Su infancia, juventud y madurez, se fueron desarrollando a la par con el barrio.
“Llegué en 1959 cuando solo existía el colegio La Presentación con un cerramiento de calados, la carrera 33 estaba en tierra y la sede del Campestre tenía aquí sus campos de golf”.
Como Huto muchos disfrutaban a su manera del entorno.
“Nosotros nos metíamos por la malla del club y robábamos las bolas. Entonces nos echaban a Zenén, un caddy que debido a un golpe en la cabeza había quedado con una tara y nos asustaba”.
¡Cine donde los Patiño!
La vida en la Cuadra de la frescura transcurría entre amigos y compañeros de colegio (casi el 80 por ciento del barrio estudiaba en el Instituto Caldas).
En esa época infantil el mejor plan era jugar caneco, fútbol o cine callejero.
“Mi papá tenía una curiosidad y era tomarle fotos a todo el mundo en la cuadra. En esa época no había televisión, la calle era el centro de nuestra vida”, recuerda Carlos Patiño.
“Cada cuatro o cinco meses –agrega- sacábamos un proyector a la calle y proyectábamos la imagen en la casa del frente. Todo el barrio gritaba: ‘¡cine donde los Patiño!’ y nos sentábamos en la calle a ver las fotos que se habían tomado”.
La soledad que acompañaba el barrio por la década de los sesenta permitía contemplaciones astrales de una manera muy particular.
“Recuerdo que había como 20 casas pero no más de 6 carros, entonces nosotros nos acostábamos en la mitad de la calle y mirábamos las estrellas buscando constelaciones”, apunta Carlos Patiño.
Con los 70 llegó la ‘frescura’
Esta historia podría hacerse interminable con tantas anécdotas que se tejieron entre las numerosas familias que habitaron el barrio.
Como los ‘asaltos’ al carro de pan que hacían los jóvenes cuando llegaba el camión de la Trillos; o el pequeño ‘green’ que adecuó en su jardín don Carlos Molina, entrenador de golf argentino que vino como instructor del Campestre.
Sin embargo, la verdadera historia que nos concierne: la del nombre: Cuadra de la frescura, aún no se ha dicho.
Para entenderla hay que conocer un poco el contexto.
Eran los años 70 cuando el mundo vivía una revolución: la de los hippys, caracterizado por el inconformismo juvenil.
Ese entorno fue determinante en el barrio. Se escuchaba a los Beatles, se pintaban signos de paz y amor… y había marihuana.
“Todos empezamos a crecer y así como hubo una época del whisky, hubo la de la marihuana y mucha gente empezó a fumar”, recuerda Carlos.
“Aquí se formaba un combo como de 30 o 40 personas. Venía gente de otras cuadras que andaba en la misma onda con guitarras, música, tocadiscos”, añade Huto.
El consumo se fue haciendo casi ‘normal’ en el barrio y con él las anécdotas.
“Una vez sembramos tres matas de marihuana en el patio de mi casa que mi papá regaba sin darse cuenta. Lo teníamos convencido a él y a mi mamá que eran alelíes”, dice Huto.
La marihuana fue parte de la vida de un grupo de jóvenes a los que muchos consideraban irreverentes, librepensadores, intelectuales, y entre los cuales hubo varios premios Coltejer al mejor bachiller de Colombia y ganadores de premios nacionales a la ciencia.
Hoy, esa generación está interpretada en profesionales de las diferentes ramas del saber, que añoran su Cuadra de la Frescura, la misma que los vio crecer y que conserva parte de su arquitectura, pero sobre todo, recuerdos inolvidables.
Ficha:
Nombre: Cuadra de la Frescura
Ubicación: Carreras 34 y 35 entre calles 54 y 56.
Fecha de construcción: 1959.
Constructora: Instituto de Crédito Territorial con financiación del Banco Central Hipotecario.
Características generales: Casas de 10 por 25 metros con un punto fijo en forma de cilindro, de donde se distribuye la sala, baño, comedor, bodega, cocina, patio. En la parte superior cuatro alcobas y dos baños. Además un garaje que iba hasta el fondo de la casa y hacía una ele.
Familias que habitaron: Navarro Patiño, Habeych, Uscátegui, Uribe Díaz, Uribe Rincón, Riascos, Rodríguez McCormick, Patiño, Parra Correa, Mateus, Ospina, Zamur, Ramos, Díaz, Páez (actuales residentes), McCormick, Orduz Peralta, Luna Bonilla, Gómez Rueda, Tarazona Parra, Trillos, Castro, Cote Ruiz, Posada Rangel, Lülle, Calero, Valek Cristancho, Duarte Alemán, Posada.
Imposible olvidar las noches de estudio en la casa de Pablo Molina. Fue una epoca muy agradable. Saludos
Ricardo Amaya
Agradable conocer los secretos de aquel barrio que se nos fue y solo del recuerdo nos queda vivir.Hermosos ’60 – ’70 que no volveran y nuestra Sra.BGA lamentablemente dejo de ser un vivedero tranquilo para ser actualmente por culpa del «progreso» una gran OLLA.Mis saludos desde NYC, Sr.Uto; atte:Hernando Borras.