Mantilla Caballero, una vida hecha arte
Siempre amable, con la sinceridad como bandera y un humor sarcástico que le permite ser crítico de la sociedad y hasta de él mismo se puede definir al maestro Mantilla Caballero.
También lo caracteriza su apariencia física, cabello y barba larga. Así como sus obras expresionistas y sus libros, un mundo en el que entró hace poco, que le permiten expresar todo la experiencia y conocimiento de sus años de trabajo.
No es muy dado a las entrevistas, sin embargo, con una gran sonrisa y en su casa, donde tiene su estudio de trabajo, y rodeado de su familia recibió a Gente de Cañaveral y habló de su vida, de arte y de sus nuevos proyectos.
Un orgulloso autodidacta
Aunque su madre era “una exquisita bordadora”, no cree haber tenido mayor influencia de parte de sus padres para dedicarse a este mundo. Simplemente desde pequeño sintió esa inclinación por las artes y encontró en sus padres el apoyo necesario.
Sus años de primaria los vivió en Cúcuta estudiando en el colegio Calasanz. Esto lo marcó en dos aspectos: la costumbre de levantarse muy temprano y el gusto por las lenguas muertas.
La cercanía con San Antonio del Táchira también le permitió encontrar todos los elementos necesarios para dedicarse a la pintura, por lo que asegura que a los seis años ya tenía conocimiento sobre variadas técnicas aprendidas mientras les preguntaba a los vendedores, en su mayoría japoneses y libaneses, sobre este asunto.
De sus juegos infantiles donde con sus amigos copiaban los comics más famosos (Tarzán, Superman o el Pato Donald) para autoevaluarse, pasó a tener espacio en las carteleras del colegio donde podía no solo hacer estos dibujos sino incluso las caricaturas de sus profesores.
Desde esa edad sintió también una inclinación por el carácter humano, en especial el de sus padres, el cual intenta plasmar en sus obras. No era raro entonces que la “caótica vida familiar” de uno de sus compañeros se volviera inspiración de sus dibujos.
En busca de su horizonte
Llegó a Bucaramanga para hacer el bachillerato en el Colegio Virrey Solís que le permitió abrir su mundo a nuevas sensaciones.
“De pronto veo que el medio, estoy hablando de 1964 o 65, aquí en Santander no existía ninguna actividad plástica sostenible, eran supremamente desprolijo de sostenimiento, de criterio y de fuerza. Existía una vetusta y mal llamada Academia de Bellas Artes de Santander que no informaba nada. Así que tomo la determinación de irme a Estados Unidos”.
Estaba pronto a cumplir 18 años. Allí duró casi 8 años tiempo en el que mejoró sus técnicas, asistió especialmente a talleres de dibujo y color que eran dictados de manera gratuita, pero que sobre todo aprovechó para visitar muchos museos y acercarse a varios estilos como el pop art, de Andy Warhol, o dejarse marcar por la obra de Francis Bacon.
No obstante, la cultura americana tampoco lo llenó y decidió volver a Bucaramanga en una especie de retribución por la tierra que ama.
Nunca se preocupó demasiado por vender pinturas o esculturas pues siempre llegaron compradores de manera natural.
No obstante el reconocimiento previo, su momento de mayor fama lo tuvo en 1977 luego de participar en la décima edición de la Paleta de Oro, un festival francés (Xe Festival de la Peinture en Cagnes- Sur- Mer. Musee D’ Art Moderne de la Ville de París, Francia). Allí no solo ganó la paleta de oro, sino el premio del público.
Este último lo llevó a distanciarse totalmente de los entes estatales pues en su momento Colcultura, según señala, no le entregó el premio que era una pieza de arte del s. XV.
“Desafortunadamente ven solo a los artistas para que apoyen obras que ni siquiera conocen, para que vayan a bazares o dé el respaldo a un candidato, pero no existe realmente un apoyo al trabajo artístico”.
Sintió en su momento la cercanía de una sociedad solo por su nombre y “comenzaron a comprar por resmas mis obras”. Una sociedad a la que según él todavía le falta mucha educación en este tema.
“Todavía hay un público muy mal educado en arte. No saben adquirir cosas, creen que por metros son mucho más valiosas que por centímetros”.
Encontrando el equilibrio
En la actualidad el maestro asegura que pudo encontrar lo que cada artista anhela: un hogar donde él se ocupe de la creación y su esposa de la parte administrativa.
Con Iliana Castellanos se reencontraron hace algunos años y luego de una amistad donde floreció el amor, formaron un hogar.
“Encuentro ya la satisfacción de tener una gran mujer espiritual y filosóficamente hablando y encuentro al hijo. También me correspondió una fase, que asumí con mucho afecto, que es ser otro padre de una hija que Iliana tuvo en su primer matrimonio. Somos muy felices”.
el tuvo una familia y la hecho a la borda por el trago y las mujeres su exesposa carmencecilia y su hijo jorge david mantilla solano alos cuales ni una llamada les da; asi que digan la verdad ese señor tiene varios hijos regados por ay…….