¡Por favor, aprésenme!
Lo sucedido esta semana en nuestra ciudad deja en claro que la justicia colombiana necesita un vuelco y una nueva normativa.
La impunidad campea por todos lados y muchas veces se culpa a las autoridades de policía de no proceder acorde con las circunstancias para poner tras las rejas a los delincuentes; sin embargo, hay ocasiones en las que, tras una buena actuación policial, lo que viene raya en lo absurdo.
Ocurrió hace apenas unos días, cuando un par de atracadores se subió a un bus intermunicipal y tras amedrentar a los pasajeros, procedió a robarlos.
Uno de los pasajeros opuso resistencia y terminó asesinado en el bus.
Las autoridades buscaron a los delincuentes y pocos días después uno de ellos decidió presentarse ante un juzgado para reconocer su delito.
¿Y qué pasó? Que tuvieron que dejarlo libre porque contra él no existe ninguna orden judicial.
¿Cómo se explica esto? ¿Que un mismo delincuente se acerque a reconocer su culpa y decidan dejarlo libre?
Si eso es así, ¿qué se puede esperar en otros casos?
Entiendo que existen leyes y normas que regulan el accionar de la justicia colombiana, pero en ocasiones parece que dichas normas favorecieran más a los delincuentes que a la gente de bien.
Son innumerables los casos en los que atracadores, asesinos y raponeros quedan en libertad porque el procedimiento de captura no fue ‘legal’, así haya sido a la vista de todos.
Nuestra justicia cojea, cojea y sigue cojeando, mientras los delincuentes se ríen.