El respeto a la gente con experiencia
A medida que envejecemos notamos el desconocimiento de una generación con respecto a la otra. Algunos a los hijos mandamos mensajes de cómo fuimos antes que vinieran al mundo y la música es el caso más particular.
Esa es una manera de transmitir información de cómo éramos, nuestros estilos de vida, al igual que el tipo de trato, nuestras debilidades y fortalezas.
También otro medio de contar fue el saber de lo social. Había más deseos por el entorno urbano, la práctica deportiva fue clave, se llenaban vacíos de vacaciones… era la época de los licenciados en ‘Edufísica’ en los colegios.
Muchos aprendimos además de caminar a practicar otras disciplinas que nos servirían para el resto de nuestras vidas, era una válvula de escape; hoy es un problema para los padres qué hacer con sus hijos, además el modus operandi es semilla para el sedentarismo y estreñimiento mental en los jóvenes.
Esa narración de lo pretérito ayudó a moldear esa generación inmediata y a rectificar caminos, pero una gran mayoría no tuvo esa suerte. Eso ha llevado a irrespetar la experiencia.
Por eso invitamos a fomentar de nuevo el diálogo y a escarbar raíces genealógicas. Las sociedades más industrializadas, por regla general, ha cortado esos diálogos y la pérdida de muchos de los valores tradicionales hace que cada vez más las personas mayores sean marginadas e incluso, ignoradas, dando a entender su aparente inutilidad para una sociedad movida solamente por las prisas, el estrés y los valores materiales.
Una persona puede aportar experiencia, formación y cultura a los más pequeños. El cariño y el respeto suele tener un “efecto boomerang”, y si no lo damos y enseñamos, es difícil que lo obtengamos en un futuro.