46 horas atrapados en el JFK
Transformación en blanco
El domingo 26 de diciembre, un día antes del viaje de regreso, amaneció nevando. Las calles de Nueva York se empezaron a cubrir de una alfombra blanca. Los copitos que caían del cielo mostraban un nuevo espectáculo de la naturaleza, mientras en la televisión daban aviso de una posible tormenta.
A las 2 p.m. la fuerza de la naturaleza se hizo sentir.
Las dos familias de santandereanos que habían llegado a Estados Unidos para pasar diciembre tenían que regresarse en vuelos distintos por cuestiones de itinerario.
Alix, Víctor Hugo y sus dos hijos salieron ese domingo a caminar como despidiéndose de lo que hasta ese momento había sido un paseo inolvidable. Ruth, Enrique y sus hijos, hicieron lo mismo pero con camino diferente, a ellos les quedaba un día más de estadía.
A partir de ese momento el panorama cambió. El viaje de placer y descanso que habían tenido empezó a transformarse en pesadilla.
Las calles se fueron tapando de nieve, la fuerza del viento era tal que parecía empujar sus cuerpos en sentido contrario al que indicaban las piernas; el golpeteo de la nieve en la cara era como latigazos que caían con fuerza del cielo y el ruido que provocaba zumbaba sus oídos.
La familia Hernández-Forero se alistó para desplazarse hasta el aeropuerto JFK de Nueva York, uno de los más grandes del mundo con 8 terminales, cada uno con 11, 14 y hasta 17 salas de embarque.
Ubicado en Queens a 19 kilómetros de Manhattan, mueve al año más de 47 millones de viajeros, con las cien aerolíneas de 50 países del mundo que hacen uso de sus instalaciones. Es junto a Newark y La Guardia, los tres terminales aéreos de Nueva York.
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