Sus últimos 30 años los ha dedicado a salvar vidas. No humanas, sino de bailarinas, jinetes, pastores y aves hechos en porcelana. Carlos Arturo Vega Sánchez lo hace porque lleva en sus manos la estética que requiere restaurar estos objetos de lujo y porque efectivamente es el resultado de los genes que le heredó a su padre, Jorge Vega, quien fue escultor y pintor de esta ciudad. Él, el culpable de que hoy sea reconocido en Cabecera por su trabajo, murió hace dos años, pero su legado quedó imborrable en el talento de sus hijos, en especial de este inquieto por lo bello y perfecto.Así ha logrado ser reconocido por las personalidades del sector, quienes preocupadas por mantener intactas sus porcelanas, esculturas y antigüedades las llevan buscando una ‘salvación’. Esa experiencia de tres décadas se refleja en la buena fama que adquirió entre distinguidas señoras, amas de casa, esposas de políticos y empresarios del sector. Entre sus trabajos más complejos recuerda un carruaje de porcelana que le trajeron en casi 50 pedazos.

La pintura, dice, es la clave de un restaurador de objetos.

“El éxito es dar con el color exacto. Restaurar no es coger y pegar, es darle colores y tonos originales a la obra”, expresó mientras señalaba las porcelanas de marcas extranjeras Capodimonti, Lladró, Limojes, Yoyal Dourton, Copenaje y Rosenthal, las que más llegan a sus manos. “Es una labor muy bonita, es mantener intactas piezas que son de valor sentimental y económico, regalos y recuerdos de viajes al exterior. Es un arte que se nace con él y que por fortuna me ha permitido mantener económicamente a mi familia”, concluyó, al tiempo en que organizaba su mesa de trabajo y ponía a un lado la imagen de Judas Tadeo, su santo de devoción.