Casas que han dejado huella
En Cabecera existen casas con un gran valor histórico y arquitectónico, de las cuales algunas aún se conservan, mientras que otras han dado paso al progreso. Con la ayuda de expertos en el tema, Gente publicará semana a semana algunos de estos iconos del sector.
Escarbando en la historia de la antigua Cabecera se siguen encontrando historias de lugares que aún permanecen y otros ya desaparecidos que también dejaron algo que contar.
Algunas pinceladas de esos recuerdos los trajo a la memoria la arquitecta Liliana Rueda Cáceres, quien en su libro ‘En cuerpo y alma: casas bumanguesas’, publicado por la Editorial Unab y que contiene fotografías de Saúl Meza, dio una visión retrospectiva de lo que habría sido la arquitectura doméstica en la ciudad.
El paso del tiempo ha hecho que algunas residencias consideradas de gran valor desaparezcan, como es el caso de la casa González Aranda que quedaba en Sotomayor en la carrera 27.
Otras han logrado sobrevivir en medio de la modernidad como la de los Acevedo, ubicada en la calle 54 con carrera 28.
La casa González Aranda
Otra vivienda que en su momento fue nutrida de historia es la casa González Aranda, cuyas zonas verdes resultaron en su momento un verdadero atractivo para los moradores de la antigua Bucaramanga.
Sería una de esas viviendas que datan de 1941 y estaba localizada “en el barrio Sotomayor, al occidente de la actual carrera 27, frente al Parque Turbay.
De ella quedan buenos recuerdos, como que fue construida “por el comerciante Pedro Peña Serrano, quien en 1952 la vende a don Valentín González”.
De ella también quedó atrás su arquitectura neocolonial y los jardines que la envolvían.
Hoy funciona allí un clinicentro.
Lucila González Aranda, actual directora del Museo de Arte Moderno de Bucaramanga, e hija del propietario, dijo que se trataba de una casa muy austera, sin lujos y más bien pequeña, de la cual destacaban especialmente sus zonas verdes.
Su madre, explicó, era muy buena jardinera y por eso este espacio estaba lleno de toda clase de plantas, incluso árboles de naranja, limones y mangos, cuyos frutos eran para el disfrute de todo el mundo.
La vivienda, en cuyo espacio hoy funciona un clinicentro, era pequeña, con espacios muy bien pensados, tenía tres habitaciones y una zona muy grande social de biblioteca.
La casa Acevedo aún se conserva
Para Liliana Rueda se trata de una casa bellísima cuyo estilo no es fácil de adivinar, pero en su opinión sería una combinación entre un estilo neocolonial y con reminiscencias de la arquitectura italiana.
De ella la arquitecta destaca la portada en piedra, la cubierta en teja de barro y la calidad espacial y ambiental dignas de admirar en todos sus espacios y zonas verdes.
En su libro Liliana la describe como un lugar en el que se ve “cada espacio diseñado en armonía y equilibrio con el otro, proporcionalmente repartidos en una planta compacta rectangular, casi cuadrada”.
Según relata en su libro, Rueda Cáceres, la casa fue diseñada por Luis Carlos González Mutis, arquitecto graduado en Bélgica, y habría sido construida entre 1948 y 1953.
De ella también se destacan el “jardín apacible, rico en verdes y especies grandes y pequeñas, (…) a través de ella podemos comprender esa arquitectura lejana que nuestros arquitectos trajeron de los viajes, los libros y fundieron con los sueños de sus dueños”.
Hoy esta casa no cuenta con todo ese mobiliario característico de la época y en ella funcionaría un spa.
Algunas Fotografías
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