Un olor que trastorna al sector
La queja es común y repetitiva entre los habitantes de casas y edificios aledaños a los parques de la comuna 12: el consumo de marihuana los tiene mareados.
Así lo expresan muchos vecinos quienes no saben qué hacer ante las constantes visitas de jóvenes y adultos que se apropian de estos sitios públicos para consumir su dosis de estupefacientes.
“En el parque de Conucos he visto hasta sexo; una parejita que se acomodó disimuladamente y lo hicieron en uno de los kiocos. Este es un problema grave pero el peor es el de las drogas. Uno ve cómo distribuidores llegan en motocicleta, con un maletín, se bajan, esperan al ‘paciente’ o el ‘paciente’ los está esperando, sacan las papeletas y las entregan. Todo esto sin tratar de ocultarlo, más bien como si fuera una actividad legal. Esto ocurre casi siempre en las noches. Hay un muchacho que viene como cada 15 días y se ubica en el kiosco cerca al gimnasio al aire libre del parque y consume casi toda la noche. He visto que se va a veces hasta la madrugada. Este olor es fortísimo y se mete por las ventanas a la casa, teniendo nosotros que soportarlo sin solución alguna. Esta gente que consume ya lo hace sin problema, sin importar que todos los días y a cualquier hora hay gente en el parque: abuelitos haciendo deporte, personas en las máquinas ejercitándose, familias que salen de misa y se sientan en el parque a comerse un helado”, dijo una mujer quien nos solicitó no publicar su nombre por cuestión de seguridad.
Igual le sucede a Teresa de Villamil, quien obseva a jóvenes consumiendo drogas en el parque Turbay, sobre todo en las noches o en las mañanas muy temprano, cuando ella se dirige a misa.
“Cuando voy a caminar a San Pío también se ven, pero no les presto atención porque uno no ve que le hagan daño a nadie, además uno va a lo que va, a hacer deporte”, señaló.
El caso se repetía en el parque Los Sarrapios, según cuenta otra habitante del sector. “Por ahora como están arreglando el parque no se ha visto el problema, tal vez se fueron a otros parques, pero siempre llegaban por ahí entre las 12:00 m. y las 4:00 p.m. en motos, grupos de personas vestidas de negro que fumaban muchísimo. Ya uno vive mareado siempre con ese olor que se mete a nuestras salas, habitaciones y cocina. La gente siente miedo y se restringe de salir porque no sabe en qué momento estos jóvenes, dominados por la sustancia psicoactiva, puedan hacerle daño a otra persona, pues a veces uno pasa y ve esa mirada rara. Aquí también llegan ‘jíbaros’ o distribuidores de drogas y uno teme que detrás de ellos vengan los atracadores que tanta inseguridad producen en esta zona”, explicó.
¿Legal o ilegal?
Todavía persiste ese dilema, porque todo depende de la cantidad de droga que una persona tenga en sus manos en el momento de ser sorprendido por una autoridad policial.
De acuerdo con el Manual de Policía, Convivencia y Cultura Ciudadana de Bucaramanga, en el Artículo 16, se invita a asistir a espectáculos y sitios públicos sin portar bebidas embriagantes, estupefacientes, sustancias psicotrópicas o tóxicas, ni bajo la influencia de las mismas.
En el mismo manual, en el Artículo 22, se prohíbe asistir a eventos y sitios públicos donde se pretenda distribuir, vender o comercializar bebidas embriagantes y sustancias alucinógenas.
Sin embargo este es ‘solo’ un manual y propende de la buena voluntad de los ciudadanos cumplirlo a cabalidad, además, según este no amerita la detención del individuo.
Lo que sí se tipifica como un delito es el ‘tráfico, fabricación o porte de estupefacientes’, según el Artículo 376 del Código Penal Colombiano: “El que sin permiso de autoridad competente introduzca al país, así sea en tránsito o saque de él, transporte, lleve consigo, almacene, conserve, elabore, venda, ofrezca, adquiera, financie o suministre cualquier título de sustancia estupefaciente, sicotrópica o drogas sintéticas que se encuentren contempladas en los cuadros uno, dos, tres y cuatro del Convenio de las Naciones Unidas sobre Sustancias Sicotrópicas, incurrirá en prisión de 128 a 360 meses”.
A esto se le añade la Ley 745 de 2002, por el cual se tipifica como contravención el consumo y porte de dosis personal de estupefacientes o sustancias que produzcan dependencia. Esto le da permisos a las autoridades policiales a “realizar detenciones en casos de consumo de estupefacientes en presencia de menores de edad o en su domicilio, lo que ocasiona riesgo para su familia, en establecimientos educativos o lugares aledaños o en el domicilio de menores, lugar público o establecimiento comercial de esparcimiento”.
Algunos vecinos denuncian que este consumo de drogas es cada vez más frecuente entre menores de edad. Para estos casos existe el Código de Infancia y Adolescencia creado bajo la Ley 1098 de 2006.
Este le asigna como función a la Policía “adelantar labores de vigilancia con el fin de controlar el porte de estupefacientes por parte de niños, niñas o adolescentes”.
Igualmente explica el procedimiento a seguir en el caso de que un menor de 14 años incurra en el delito de porte o tráfico de estupefacientes: “se aplicarán medidas de verificación de la garantía de derechos, de su restablecimiento y deberán vincularse a procesos de educación y de protección dentro del Sistema Nacional de Bienestar Familiar, los cuales observarán todas las garantías propias del debido proceso y el derecho de defensa”.
Ante estas premisas surge entre la ciudadanía una pregunta respecto a la posición del consumidor: ¿Qué deben hacer la Policía y la Fiscalía frente a una persona que es sorprendida con pequeñas cantidades de estupefaciente y afirma que es consumidor? En un texto reciente publicado por el magistrado de la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá, Fernando León Bolaños Palacios, “la Fiscalía tiene la misión constitucional de perseguir el delito de tráfico de estupefacientes, en cualquiera de sus manifestaciones y cantidades. Sería necesario iniciar la investigación para confirmar o descartar la condición de consumidor (ocasional, habitual o adicto); y, paralelamente, corroborar o excluir la hipótesis delictiva. Frente a consumidores no habrá imputación y deberán recuperar su libertad de inmediato”.
Jóvenes, drogas y ciudad
Los consumidores están en todos los estratos y condiciones sociales. Así lo explica el psiquiatra Camilo Umaña, quien hace una invitación a jóvenes y adultos para que no “toquen” ninguna droga adictiva y se eduquen a sí mismos como autores de su propio futuro, reconociendo que si tienen un familiar adicto al alcohol o a las drogas, tienen esa predisposición a ser adictos.
En el caso de los adolescentes, explica Umaña que es fundamental que los padres eduquen, formen, guíen, enseñen valores y generen alertas de peligros, como escalafón de defensa a las adicciones.
“Los padres deben estar y sentirse autorizados para estar informados de muchos detalles de la vida del hijo, que les permita alertarse ante un cambio de conducta”, indicó Umaña.
¿Un adolescente sin control?
Grave. Así lo afirma Camilo Umaña, argumentando que es fundamental la supervisión. “Es imperdonable estar lejos del hijo, pues sería una invitación al libertinaje, sobre todo cuando se ha fallado en la implementación y uso de valores morales. Importante que el hijo sepa que sus padres son la ley, de lo contrario el responsable será su familia por desprotegerlo, así como el joven si cree que todo riesgo vale la pena”, agregó.
¿Y si el padre comprueba que su hijo fuma o consume una droga, cómo proceder?
Será doloroso para el padre y la primera reacción será de angustia. El psiquiatra Camilo Umaña invita a que no se generen crisis de violencia entre padres e hijos. Lo importante es mostrarse como autoridad y enseñarles que como progenitores son la ley y que el tema no debe ser controvertido.
El reto como ciudad
“Los ciudadanos tienen su responsabilidad de colaborar con las autoridades, reconocer los sitios donde se expende y denunciar. Cuando la sociedad tolera y acepta ese tipo de comportamientos, los vuelven valores comunitarios y no debe ser así. El profesor Antanas Mockus nos enseñó que debemos rechazar la cultura de “todo se puede”, enfatizó el psiquiatra Camilo Umaña.